lunes, 26 de julio de 2010

Mas instrucciones para Timoteo - por Juan A. Garcia

Pablo sigue instruyendo a su hijo espiritual para que su ministerio sea todo lo eficaz que pudiera desearse. En 1ª Tm. 4:13 dice: "Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza".

"Ocúpate". Aplícate, dedica tiempo y esfuerzo. Habrá veces que tendrás que dejar cosas legítimas tuyas para llenar la necesidad de la congregación. Paga el precio, y que lo hagas como un gran privilegio, un inmenso honor. Si así lo haces tu vida tendrá verdadero sentido y serás un obrero aprobado por Dios.

"en la lectura". Por el contexto es evidente que se refiere a la lectura pública de la Palabra de Dios para que la congregación se vaya interiorizando en Ella. Seguramente lo que tenían entonces era el Antiguo Testamento y probablemente algunos de los escritos de lo que hoy conocemos como el Nuevo Testamento, como la carta registrada en Hc. 15: 22-29. Suponemos que por el alto costo de los manuscritos (recordemos que todo lo que se escribía era a mano), el común del pueblo no tenía "libros" a su disposición, por eso era tan importante que se leyeran las Escrituras a los hermanos y a los "de afuera" que pudieran estar presentes. En las sinagogas judías se leía (y aún hoy se lee) distintos fragmentos del A.T.

Siempre es de gran provecho la atenta lectura de la Palabra. Nosotros hoy damos gracias a Dios por el invento de Gutenberg.

Según una encuesta realizada hace unos años, un porcentaje elevado de argentinos no es muy inclinado a la lectura; algunas personas mayores expresaron que desde que dejaron la escuela secundaria nunca habían leído un libro entero. En el ambiente evangélico esto mejora sensiblemente.

En cuanto a la manera de leer La Palabra en la congregación, debe caracterizarse por profunda reverencia, sincera gratitud y adoración (y esto no debe ser distinto si es lectura privada). Tenemos un ejemplo notable en Nh. 8, particularmente el versículo 8 que dice: "Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.

"la exhortación". Exhortar es alentar, animar; como dice Barcia: "La exhortación va dirigida al sentimiento para que el individuo obre"; es decir que estimule al que oye a hacer aquello que debe y puede llevarlo a cabo.

Gran parte de las epístolas a Timoteo son exhortativas. Pablo desea que todo lo que él sabe que Timoteo puede ser y hacer, llegue a su feliz realización.

Estamos convencidos que en no pocas Iglesias locales en la actualidad, hay capacidades potenciales que debidamente aprovechadas serían de enorme bendición para la prosperidad espiritual del siervo que las tiene, para la congregación a la que pertenece y aún para aquellos que están todavía afuera pero pueden ser alcanzados con el Mensaje del Evangelio.

La capacidad de exhortar es uno de los dones mencionados en Rm. 12:3-8, y puede darse el caso tan curioso como triste de que un hermano con ese don necesite ser a su vez exhortado a que los despierte, a que avive el fuego de ese don.

Como dice Vine: "exhortar; apremiar a alguien para que siga un curso de conducta (siempre en anticipación, mirando al futuro, en contraste con el significado de consolar, que es retrospectivo, y que tiene que ver con pruebas ya experimentadas)".

"y la enseñanza". Timoteo tenía que leer la Palabra a la Iglesia para que ésta tuviera acceso a la fuente de lo que Dios en su gracia había revelado. También debía estimular a los hermanos para que se activaran en su vida devocional y en su servicio al Señor.

Quedaba algo más: debía enriquecer a los creyentes interpretando la Palabra de acuerdo a la letra y al Espíritu de la misma, evitando así el siempre posible error de entender mal lo leído. En el Sl. 119:130 dice: "La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples".
Una sana exégesis es absolutamente indispensable.

Entre los requisitos que deben caracterizar a un anciano que es ejemplo de la grey, está precisamente que sea "apto para enseñar"; y nadie llega a ser apto para enseñar, si no es apto y humilde para aprender. Y aunque sea redundante es conveniente enfatizar que el verdadero maestro es el que enseña con su palabra y también con su manera de vivir. Si hay contradicción entre lo que dice y hace, en realidad no es "apto para enseñar".

Nuestras Costumbres - Por Juan A. Garcia

Salvat define como costumbres “el conjunto de cualidades y usos que conjunto de cualidades y usos que forman el carácter distintivo de una nación, pueblo, etc., o persona”. Nuestras costumbres van revelando la clase de personas que somos.

A veces el vocablo “costumbre” suele usarse en sentido peyorativo, como si todo lo que se acostumbra hacer fuera de eso mismo descalificable; otras veces la “costumbre” adquiere casi la fuerza de un precepto, de obediencia obligada. Pero en realidad nada es bueno o malo por el hacho en sí de ser costumbre. Hay costumbres buenas, costumbres neutras, y malas costumbres.

Nuestro Dios tiene costumbres. Dice en Sal. 119:132: “Mírame, y ten misericordia de mí, como acostumbras con los que aman Tu Nombre”. ¡Bendito sea el Señor por ser así Su manera habitual de proceder con los que Le aman!

Incluso nuestro Señor Jesucristo ya desde sus primeros años aquí en la tierra, ajustó Su vida a sanas costumbres que tenían su base en específicas instrucciones de las Escrituras: en Lc. 2:41-42 dice: “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta”. Más tarde, y ya en pleno ministerio público, en Lc. 4:16 se relata: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer”. (La sinagoga era para los judíos similar a lo que hoy llamamos “una Iglesia local” donde el pueblo se reunía para la lectura de la Palabra, la exposición de la misma, la alabanza y la oración). Y allí asistía Él con regularidad, y como vemos en esta ocasión su actitud no fue simplemente pasiva: tomó parte activa en el culto.

Años más tarde Pablo también, aunque estuviera en tierra gentil y a pesar de ser apóstol a los gentiles, se ajustaba como judío que era aquello de “. . . a los judíos primeramente . .” concurriendo a la sinagoga como dice en Hc. 17:1-2: “…llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos, y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos...”

Por medio de su Palabra nuestro Señor desea que los Suyos, dejando nuestras costumbres o hábitos impropios nos caractericemos por aquella manera de ser que nos identifica con Él. Por ejemplo en Ef. 4:25 a 31, detalla cosas que deben dejarse y otras que deben incorporarse en la vida de cada cristiano: en vez de la mentira, la verdad; el que antes hurtaba que ahora trabaje haciendo lo bueno con sus manos aún para dar al necesitado; si usaba un vocabulario inadecuado ahora edifica con su palabra, etc.

En Heb. 10:25 se trata de cambiar una mala costumbre: “…no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.