jueves, 9 de septiembre de 2010

¡OH CUANTO AMO YO TU LEY! O ¿CUÁNTO AMO YO TU LEY? - Por Osvaldo Foyth

Tan sólo con cambiar un par de signos ortográficos se puede cambiar el sentido a una frase, de modo que esta pueda llegar a expresar conceptos totalmente diferentes.

David en el Salmo 119:97 decía: "¡Oh cuanto amo yo tu Ley!, todo el día es ella mi meditación", con ello expresaba de un modo afirmativo su amor a la Palabra de Dios, en lugar de estar planteándose si amaba o no la Ley de Dios, o en que medida lo hacía.

Ahora bien, es bueno para cada uno de nosotros utilizar estas palabras con este sentido: ¿cuánto amo yo tu Ley?, de tal modo que podamos autoevaluarnos y en caso de ser necesario tomar las acciones correctivas necesarias para poder exclamar tal como David: "¡Oh cuanto amo yo tu Ley!".

Resulta obvio que para poder "amar" la Palabra de Dios, es imprescindible conocerla, además comprender el poder que ella encierra, y como es su accionar en la vida, en el alma y en la mente de las personas.

Libros hay por doquier, desde aquellos triviales, sin sentido, pasando por otros que profundizan en la problemática humana, hasta aquellos que procuran dar soluciones a los conflictos de la intrincada alma del hombre; pero ninguno logra cambios de valor. Sólo la Palabra de Dios llega con poder transformador, renovando, dando nuevos horizontes a todo aquel que creyendo, la medita y la ama.

Hay un pasaje cuyo análisis nos ayudará a conocer y amar la Palabra de Dios: "Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié". (Isaías 55:10,11).

Aquí hay algunos consejos que quisiera compartir con mis lectores:

Dios dice: "...es palabra que sale de mi boca..."

Si bien este aspecto pareciera redundante y archiconocido, debe ser reconsiderado seriamente, la Biblia está generada en Dios y por Dios, por lo tanto lleva el sello de autoridad, de soberanía y de poder divino.

Así como el "aliento de vida" que sopló Dios en Adán tiene poder, misterio y grandeza tal que deja atónitos aún hasta los científicos más avezados; Su Palabra, "salida de su boca" tiene en sí mismo poder, autoridad, materia y grandeza que bien haríamos en reconocer y admirar.

Como procede de la boca de Dios, tiene cualidades distintivas según Hebreos 4:12, 13: "es viva y eficaz". La Palabra de Dios escrita es el soplo de Dios y por lo tanto tiene vida inherente, por esa misma razón es eficaz, poderosa y "genera energía" (según el original griego)

La permanencia a través de los siglos (a pesar de los denodados esfuerzos de sus enemigos), las profecías cumplidas corroboradas por la ciencia y la multitud de vidas transformadas milagrosamente, nos dan un testimonio insoslayable: "La Palabra es viva...eficaz". Todo otro escrito, por más excelente y profundo que sea jamás podrá ser "vivo", y mucho menos eficaz para transformar vidas del modo que lo hace la Biblia

Es todo un desafío para nosotros el redescubrir esta gran verdad, impulsándonos a mostrar respeto, reverencia y contemplación.

Dios dice: "...hará lo que yo quiero..." "...aquello para que la envié..."

Definitivamente reconocemos que Dios no hace nada en vano. Todo su obrar está perfectamente integrado con un propósito, Su gran propósito, su propósito eterno tal como se menciona en Rom. 8:28-39, su Palabra fue emitida y registrada para "...permitir que fuésemos hechos conforme a la imagen de su hijo..."

Por lo tanto, su Palabra viva y eficaz tiene un sin numero de virtudes. Su labor comienza con el individuo mucho antes de que este sea salvo:

• Es el agente que genera fe (Rom.10:17)
• Es quien puede hacer sabio para salvación (2ª Tim. 3:15)
• Coopera con el Espíritu Santo en el renacimiento (1ª Pedro 1:23)

Es decir, absolutamente nada obrará el cambio regenerativo en el individuo si no parte de la obra de la Palabra de Dios aplicada por el Espíritu Santo. Nada hay más cautivante que ver el desarrollo de este renacimiento por la Palabra. ¿Quién puede resistir esta obra abrasadora? ¿Cuántas energías se malgastan pretendiendo lograr cambios en las vidas fuera de la aplicación de la Palabra de Dios?

Su glorioso propósito continúa luego de la regeneración, mencionando tan sólo algunos pasajes veremos:

Salmo 19:7-10:

Convierte el alma: Mente, sentimientos, voluntad, emociones
Hace sabio al sencillo: Nos capacita para discernir entre el bien y el mal, lo que conviene de lo que perjudica, lo útil de lo fatuo, lo santo de lo pecaminoso y así aplicar criterios sanos para la vida.
Alegra el corazón: ¿Quién no ha encontrado consuelo, esperanza, alegría, aliento, nuevas fuerzas a través de la meditación de la Palabra de Dios? ¿Quién no siente su corazón al leer acerca de la esperanza de Cristo?
Alumbra los ojos: Guiando los pasos, acciones y decisiones por el camino correcto, permiténdonos ver la esfera del mundo espiritual en el que estamos inmersos, enfocando nuestra mirada en la consumación del propósito eterno de Dios.
Permanece para siempre: Dando un viso de gran seguridad por no ser cambiante ni relativa como la moda o las corrientes filosóficas, sicológicas, etc.

Salmo 119:9 / 105:5: Permite limpiar el camino del joven.

Salmo 119:11: Nos alerta para no pecar.

2ª Timoteo 3:16,17: Este magistral pasaje nos muestra de que manera la Palabra de Dios participa en el proceso de maduración, desarrollo y crecimiento del hijo de Dios, para que de acuerdo a su propósito llegue a ser conforme a la imagen de su Hijo. En este pasaje hay cuatro acciones de la Palabra de Dios: Enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia, que en conjunto representan un paso en el crecimiento, un escalón subido. Primero enseña la verdad de Dios luego redarguye nuestro corazón mostrándonos en qué hemos errado; corrige nuestro andar, nuestra conducta en dirección a la voluntad de Dios y cierra el circuito intruyéndonos para no volver a pecar. Al llegar a este punto, indefectiblemente se habrá producido "un gran paso adelante y arriba en nuestra vida" ... "preparándonos enteramente, integralmente para toda buena obra" (vs.17)

¿Hay algo que pueda quedar fuera (en nuestra vida cristiana) del gran propósito que Dios le ha encomendado?. Esta hermosa verdad nos debiera alentar a la obediencia.

Dios dice: "...no volverá a mí vacía..."

Dios da una promesa y él cumple sus promesas. No obstante hay otras razones que avalan el cumplimiento de esta.

• La Palabra de Dios es viva y eficaz (Heb. 4:12) y como tal no necesita de nuestro auxilio y ayuda para tener éxito

• Dios usa su Palabra, esta es eficaz en las manos del Espíritu Santo para producir resultados sobrenaturales (comp. Ef. 6:17 / Jer. 23:29). Esta verdad debiera generar en nosotros ardiente expectativa.

Dios dice: "...será prosperada..."

De esta manera expresa los resultados. Esto habla de éxito, de permanencia, de multiplicación, de logros alcanzados y mantenidos.

Pero vemos que esta promesa, se extiende aún a aquellos que ha encontrado en ella su delicia. El Salmo 1:2,3 nos habla de prosperidad, la misma no es material, sino del alma: "como árbol plantado junto a corrientes de aguas" (vigor), " Que da su fruto en su tiempo" (fruto), " su hoja no cae" (testimonio) (Comp. Josué 1:8)

Al repasar esta maravillosa presentación que la Biblia hace de sí misma en Is. 55:10,11, podemos comprender las expresiones del salmista cuando decía: "...tus testimonios son mis delicias..." (Sal. 119:24), ",,,cuán dulces son a mi paladar tus palabras..." (Sal. 119:103), "...deseables mas que el oro... dulces mas que miel..." (Sal. 19:10), demostrando con estas expresiones que "saboreaba" la Palabra de Dios. Uno saborea una comida cuando la "mastica" lentamente, la paladea, permite que el alimento entre en contacto con todas las pailas gustativas ... es decir habla de tiempo, de dedicación, de actitud de placer.

Distinta actitud la de aquellos que:

• No sufrirán la sana doctrina (2ª Tim. 4:3,4)
• Como los atenienses, su única inquietud era la de decir u oír algo nuevo (Hechos 17:16-21)
• La estudiarán para aplicársela a los otros y no a sí mismos
• Solamente la estudiaran para preparar mensajes de primer nivel
• Tendrán la actitud del oidor olvidadizo (Sant. 1:22-25)

Retomando el pensamiento del título: ¡Oh cuanto amo yo tu Ley! o ¿Cuánto amo yo tu Ley?, nosotros también podemos apropiarnos alguna de las dos expresiones:

• De la primera para mencionar que Sí amamos y en gran manera su Palabra

• De la segunda cuestionándonos si amamos su Palabra, y en caso afirmativo ... ¿cuánto?

Que el Señor nos enseñe a mar su Palabra a la manera que el salmista lo hacía, y nuestra oración sea: "abre mis ojos y miraré las maravillas de tu Ley" (Sal. 119:18)