miércoles, 6 de octubre de 2010

SANTOS - OBISPOS - DIÁCONOS por: Juan A. García

"Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos,
con los obispos y diáconos (Filipenses 1:1)

Los destinatarios de la carta de Pablo y Timoteo son calificados lisa y llanamente de SANTOS. ¿Cómo es que se les llama de semejante manera?. Hay la creencia de que "santos" son las personas que habiéndose destacado por su vida piadosa aquí en la tierra no solo se han ganado el cielo sino también el reconocimiento de la iglesia oficial y habiendo pasado a la eternidad, ahora se le debe rendir culto universalmente. Pero la carta que nos ocupa está dirigida a personas que vivían en el planeta tierra, en el continente europeo, en la ciudad de Filipos (como otras que estaban en distintas localidades Rom. 16:15 / Col. 1:2 / Ef. 1:1/ etc.)

Hace algunos años escuchamos al hermano don Luis Arancibia relatar que en cierto lugar una señora entró por vez primera al sitio donde se reunían los hermanos para escuchar la Palabra de Dios. Miró con curiosidad todo alrededor y preguntó al hermano que la saludaba dándole la bienvenida: "¡Cómo! ¿Ustedes no tienen santos?" - "Sí, tenemos, fue la contestación." - "¿Y donde están?" - "Todavía no llegaron, porque es temprano; pero pronto estarán aquí".

Cabe la pregunta: ¿A quiénes llama "santos" la Escritura?. La respuesta surge de la misma Escritura: a todos los hombres y mujeres que están "en Cristo"; los que por haberse arrepentido de sus pecados y poner su fe en el Señor Jesús para su salvación eterna quedan unidos a Él; son "santificados en Cristo Jesús" (1ª Cor. 1:2). Por su unión con Cristo ahora son "nación santa, pueblo adquirido por Dios ... vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios (1ª Pedro 2:9-10).

El vocablo "santos" apunta al hecho de que no son mas del mundo ni están bajo el maligno, pues "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo" (Col. 1:13). Los renacidos somos un pueblo diferente: "... la iglesia del Señor, la cual Él ganó por su propia sangre" (Hech. 20:28). Le pertenecemos a Él y Él marca la diferencia. Es en Él que somos santos y sin mancha delante de Dios Padre. Tan santos, tan perfectos por nuestra unión con Cristo ahora como lo seremos cuando estemos en el cielo por la eternidad; por eso mismo ya somos "aceptos en el Amado. (Ef. 1:6)

Tendiendo presente lo antedicho cabría preguntarse: ¿Cómo se explica que esos hermanos santos tengan problemas de relación entre sí como Evodia y Síntique? Si son santos, ¿Cómo es que Pablo por el Espíritu tenga necesidad de decirles "Nada hagáis por contienda o vanagloria ..." (2:3) y también en (2:14-15): "Haced todo sin murmuraciones y contiendas" y que el apóstol diga de sí mismo: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, (en 3:12)?.

La respuesta es obvia: por nuestra posición en Cristo estamos ya "completos en Él" (Col. 2:10). El Padre nos ve absolutamente santos en Él. Pero todavía estamos aquí con todas nuestras falencias. El día que recibimos a Cristo por la fe no solo fuimos salvos sino que también iniciamos el camino de nuestra santificación práctica. Esto queda evidenciado en el ya citado versículo de 1ª Cor. 1:2 "... a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos"; en Cristo ya son santos, pero tenían el llamado del Señor para que vivieran vidas santas. ¡Y vaya que había cosas que debían cambiar en los corintios! (podemos agregar ¿y en quién no?). En realidad gran parte de las epístolas fueron escritas para instar a los creyentes a vivir en santidad. Por ejemplo 1ª Pedro 1:14-16 y prácticamente todo lo que sigue en la epístola. 1ª Tesalonicenses 4:3 es categórico: "... la voluntad de Dios es vuestra santificación".

"Con los obispos y diáconos". La preposición con en el caso presente no implica a personas distintas a las llamadas "santos" sino que alude a quienes entre los santos desempeñaban funciones específicas que se mencionan a continuación.

OBISPOS (epíscopos - sobreveedor - supervisor). Son los hermanos que por llamamiento y capacitación divinas se ocupan o velan por:
1) La pureza doctrinal. No cumplirían bien su ministerio si por una mal entendida "libertad de opinión y expresión" permitieran a algunos enseñar "diferente doctrina" (1ª Tim. 1:3), que acarrean disputas mas bien que edificación de Dios que es por la fe. Si estos seudoenseñadores surgen el apóstol Pablo es contundente: "... a los cuales es preciso tapar la boca" ("poner bozal") (Tito 1:11).

2) La conducta de los miembros de la iglesia, edificando, exhortando, amonestando, y en casos de graves faltas (que la Escritura especifica), separando de la comunión.

Es también oportuno destacar por este versículo que en la Iglesia en Filipos había obispos (en plural)

DIACONOS. El término tiene una amplia aplicación en el N.T. Aquí se refiere a quienes "sirven" en la iglesia. En su sentido más vasto puede decirse que los obispos son diáconos porque también están sirviendo. La diferencia está en que los obispos se encargan esencialmente de los aspectos espirituales y los diáconos de los prácticos, como ser "el cuidado de los necesitados de la congregación, la conservación de los bienes inmuebles, velar para que todo esté en orden para el desarrollo de los cultos, manejo del dinero, etc.

Es sumamente importante ver que en 1ª Timoteo 3 los requisitos para los diáconos no difieren de los necesarios para los obispos. La razón es que en la casa de Dios, que es la Iglesia, no hay servicio alguno que pueda ser ofrecido por alguien no espiritual. Por Hechos 6 y capítulos siguientes se ve que los diáconos pueden tener también un campo de servicio que va más allá de "servir las mesas" como en los casos de Esteban y Felipe el evangelista.