lunes, 25 de octubre de 2010

DE LA COBARDÍA A LA VICTORIA Por: José Miguel Zorrilla

“Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo”.
Hechos 5:42

El capítulo 5 del libro de los hechos del Espíritu Santo comienza de manera dramática con la historia de Ananías y Safira; un matrimonio que intenta engañar a Dios, mintiéndose a sí mismos, encontrando en un juicio consecuente de escarmiento, único en el Nuevo Testamento: la muerte en forma violenta. Podemos decir que los arrasó su propio pecado.

De modo que se produce una conmoción en la incipiente Iglesia y en la sociedad del primer siglo, notamos que el temor se apodera del corazón de los hombres. Los apóstoles a continuación realizan una cantidad de señales y milagros que confirman la Palabra que ellos transmiten, sin embargo la conmoción y las bendiciones que se derramaban sobre el pueblo, despiertan el celo y la envidia de los gobernantes de turno, comenzando la persecución de los siervos de Dios, que eran hombres con toda su naturaleza humana frágil y pequeña. De tal manera que comienza a aflorar en ellos la nueva naturaleza espiritual, que Dios Espíritu Santo, en el bautismo de Pentecostés implanta en sus corazones.

El versículo 28 de nuestro capítulo, ya mencionado; muestra la amenaza y describe puntualmente cuál era la prohibición: no debían decir nada del nombre de Jesucristo, el cual había sido hecho por Dios Padre Señor y Cristo, la expresión declara que Él había recibido toda la potestad o autoridad del Reino.

De modo que la soberanía y el poder de nuestro Señor Jesucristo se pone de manifiesto en sus vidas, cuando un ángel aquella noche los libera de la cárcel con mano poderosa, así nosotros también recibimos una poderosa enseñanza para afirmarnos en la fe, que tanto necesitamos porque somos remisos a otorgar al Señor el poder que Él tiene, fácilmente creemos de su poder en el cielo, pero aquí vemos su potestad también en la tierra como El dijo en Mateo 28:19.

Ahora se encuentran frente a la mies del Señor, frente a las personas necesitadas y amadas por el Salvador. LA PREGUNTA ES: ¿Cómo reaccionarán?. La cobardía fue manifiesta en el impulsivo Pedro cuando negó al maestro. Juan era un joven cariñoso, pero tal vez algo tímido e inexperto, frente a ellos los enemigos que tenían la fuerza y la ejercían con inusitada violencia manifiesta en sus amenazas cap. 4:17.

1º) NO CESABAN: Significa que estaban energizados por la nueva vida de Cristo en ellos, ahora era visible la promesa del Señor en Hechos 1:8, se cumplía de manera práctica, de tal modo que el proceso de cambio en ellos se muestra de manera notable, pasan de la cobardía a la victoria, y así dan la gloria a su Señor, ya que la comisión se cumple y la gran misión de hacer discípulo está en pleno desarrollo.

2º) EN EL TEMPLO: También debemos ver que no establecen una célula oculta en algún rincón, sino que se meten en el foco de la religión judía, y también donde estaban las personas con inquietudes espirituales, de modo que es visible la osadía santa de sus vidas transformadas. Muchas veces escuchamos argumentos a favor de seminarios o institutos que preparan para la evangelización, no estoy negando su eficacia, sino haciendo notar la diferencia sustancial del maestro de los maestros, las escuelas pueden formar en técnicas y estrategias, pero sólo Cristo es el que transforma, produce el carácter y las convicciones. Se pueden aplicar todos los métodos y variados programas, pero sólo a los pies del Señor se logran los resultados que vemos en aquellos siervos de Dios, que fueron enseñados por EL MAESTRO. Jesús abordó todos los temas y ámbitos de la sociedad corrupta y necesitada, y lo que prevaleció fue la Palabra de Gracia y el tesón y el coraje para hacer la obra, como Pablo cuenta en Romanos 15:18-19.

3º) Y POR LAS CASAS: Nos muestra el énfasis y la dedicación total de los siervos de Dios, abocados de lleno al ministerio, que en realidad es el ministerio de todos los santos (Efesios 4:12), no hacían una tarea de paso o porque ya que estaban allí, tenían un mensaje glorioso y lo desplegaban en todo lugar, a tiempo y fuera de tiempo, si no iban las gentes al templo, los buscaban y los instruían en las casas.

4º) ENSEÑABAN A JESUCRISTO: Quiero entender que por esto mismo luego son llamados cristianos en Antioquía, porque no sólo hablaban de Cristo, sino que vivían como Jesús, tenían una nueva vida y la desarrollaban naturalmente, era el resultado de un redentor triunfante.

Enseñar es mostrar, viene de “enseña”, de “signo”, es instruir con signos. Las señales eran ellos mismos, mostraban que Cristo estaba vivo, y en ellos, los creyentes claramente dejaban ver el cambio producido por el Señor resucitado, y como es lógico esa enseñanza los llevo a la erudición, a la elocuencia, que es el arte de convencer y conmover.

5º) Y PREDICAR A JESUCRISTO: Es decir de éste nombre glorioso que es sobre todo nombre. No se trataba solo de hablar de Él, ES DECIR DE CRISTO. El gramático Roque Barcia dice: “los loros hablan, los hombres dicen”. Hablar requiere inteligencia; conocimiento. Nadie puede decir nada de quién no conoce, por lo tanto:

PREDICAR A JESUCRISTO, REQUIERE CONOCER PROFUNDAMENTE AL SEÑOR.

Para conocer al señor tenemos que mirar todos nosotros las glorias de Él, como en un espejo (la Biblia), todos los días y cada día, para establecer una relación íntima, una comunión responsable y entrar en el secreto de su personalidad cautivante, excelente y poderosa, como dice 2ª Corintios 3:18.

Así podían decir: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” Hechos 4:12. Pero hay salvación y vida eterna en JESUCRISTO nuestro Señor, que es SEÑOR DE SEÑORES Y REY DE REYES, que a Él sea la gloria. Amén.

jueves, 14 de octubre de 2010

UNA IGLESIA ORGANIZADA por: Américo Giannelli

Pablo comienza el desarrollo de esta importante carta del Nuevo Testamento, haciendo una breve, pero elocuente descripción de la Iglesia en Filipos (una ciudad principal de la provincia de Macedonia). La carta, que es dirigida a los "santos en Cristo Jesús" que están en esa ciudad, menciona específicamente desde el principio: "con los obispos y diáconos".

De lo expresado por el apóstol en esta carta, se desprende que evidentemente habían algunos problemas en el seno de la Iglesia (ver 2:1-4 / 4:2,3), por eso es interesante notar que Pablo no tiene una visión parcial de la congregación, ya que si solo miraba lo positivo de los filipenses (1:3-5 / 4:10-20), hubiese tenido una actitud indulgente que en nada ayuda; de igual manera irse al otro extremo, solo mirar lo negativo, es una manera eficaz de desalentar a los creyentes.

Luego de releer varias veces esta porción, podemos notar algunos aspectos que se perciben con claridad en las primeras líneas del capitulo uno. Observamos que la congregación en Filipos es una Iglesia organizada, en la cual no hay jerarquías, cada uno tiene su función, y esas funciones parecen estar reconocidas por los hermanos.

Muchas veces al hablar de la organización eclesiástica, se cae en el lamentable uso de títulos o jerarquías, que en vez de colaborar con el buen desarrollo de las actividades congregacionales, termina siendo un prenda de discusión y de luchas internas interminables en su seno. El arrogarse diversos títulos (pastor, anciano, obispo, reverendo, líder y tantos otros como lo podamos imaginar) es mas bien una señal de pobreza espiritual que no se condice con la función que se pretende ejercer.

No es por casualidad, que Pablo se describa a sí mismo como "siervo de Jesucristo", prescindiendo de otras denominaciones que podría utilizar con toda justicia, como por ejemplo "apóstol". Además en reiteradas oportunidades en esta carta declara la supremacía de Cristo sobre su vida: "Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia" (1:22), "Jesucristo es el Señor" (2:11), "Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo" (3:7), "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (4:13). Reflexionando acerca del tema del liderazgo cristiano, es bueno recordar las palabras del Señor a Jacobo y a Juan: "Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10:42-45). Enorme es el desafío que nos presenta el Señor: Debemos desechar el modelo de liderazgo del sistema mundo, contaminado por el deseo egoísta y mezquino, y seguir las huellas del Señor Jesucristo. Con ese ejemplo frente a nuestros ojos, dejemos de lado el amor por las jerarquías, y cumplamos el ministerio demostrando nuestro amor al Señor y a su obra.

En segundo lugar observamos que las actividades de los creyentes estaban bien definidas. En la iglesia en Filipos había Obispos (Ancianos, sobreveedores) y Diáconos. Alguien ha dicho que si no hay Ancianos y Diáconos, entonces no hay Iglesia. Mirando las Escrituras, nos damos cuenta que para que haya una Iglesia, es fundamental la presencia de creyentes en Cristo, porque ellos son la Iglesia y no las estructuras (Hechos 2:41-47). Por lo que vemos en Hechos cap. 14, Pablo después de predicar el evangelio en distintas ciudades de la región y formar el grupo de creyentes, constituyó Ancianos en cada Asamblea en una segunda visita.

Es fundamental que en cada congregación haya Ancianos (notamos que siempre se menciona en plural) que con vocación y capacidad guíen a la grey del Señor, también es importante que junto a ellos, los hermanos diáconos se ocupen en las diversas tareas administrativas que son muy valiosas para el desarrollo de las actividades.

A priori, podemos deducir que si en la Iglesia local hay Ancianos y Diáconos, es decir dos funciones bien definidas, seria un error que se superpusiesen las tareas. Por eso vale la pena recordar que la Iglesia, como cuerpo de Cristo, "no es un solo miembro sino muchos" que "Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso" y que ese orden divino es "para que no haya desavenencia (desunión) en el cuerpo" (1ª Cor.12:14,18,25). Esta es una clara ilustración de la Palabra de Dios acerca del funcionamiento de la Asamblea. De la manera que el cuerpo humano funciona en forma integral, armoniosa y perfectamente ajustada, así debe funcionar la Iglesia. Mirando desde otro punto de vista: ¿qué sería de nosotros si nuestro cuerpo funcionara como lo hacen algunas de nuestras Iglesias?

En tercer lugar, por la manera de expresarse de Pablo, las funciones en la congregación estaban reconocidas y los creyentes sabian perfectamente bien a quien se refería el apóstol cuando decía: "con los Obispos y Diáconos". El tema del reconocimiento no es un detalle menor, porque una Iglesia que no reconoce a sus pastores, es una asamblea que se dirige hacia un estado de anarquía, camina por el borde del precipicio de la disolución. Por eso el consejo apostólico en 1ª Tesalonicenses 5:12,13 es tan claro como contundente: "Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; ...". De esta porción aprendemos, que el reconocimiento es para aquellos que llamados por el Señor ya están realizando esta tarea, no son una promesa de trabajo, sino una realidad evidente.

No tenemos dudas que el Señor ha escogido a sus siervos en cada Iglesia local para que cumplan con la tarea encomendada, ahora bien en no pocos casos se dan dos circunstancias (puede haber otras variantes): Primeramente hermanos que siendo convocados por el Señor, hacen caso omiso de ese llamado, y en segundo lugar congregaciones que no reconocen debidamente a aquellos que los presiden. En cualquier caso, esta situación es un grave desorden en la presencia del Señor, sencillamente porque no se cumplen sus propósitos. Desde esta página queremos animar a los hermanos a buscar la voluntad de Dios sobre este tema, tanto para aquellos que son llamados a servir en la Iglesia, como para la congregación que debe fijarse atentamente en los siervos que Dios está levantando, para reconocerlos y sujetarse a ellos como el Señor nos encarga en su Palabra (Hebreos 13:17).

Queremos finalizar observando la persona de nuestro Dios. A través de la Biblia descubrimos distintas facetas de su carácter, por ejemplo aprendemos acerca de su amor, justicia, santidad, poder, majestad y muchos otros atributos que lo describen en forma maravillosa. Pero entre sus virtudes, podemos apreciar que Dios es un Dios de orden, de equilibrio, de armonía; esto por supuesto se manifiesta en las cosas por Él formadas, en sus mandamientos, en sus planes y propósitos y en las instituciones que ha creado como la familia. La Iglesia de Cristo obviamente debe reflejar esta virtud divina, debiendo cumplir un claro mandamiento al respecto: "todo debe hacerse de una manera apropiada y con orden" (1ª Cor. 14:40 NVI). Por eso en dependencia del Señor cada uno debe buscar su lugar, asumir sus responsabilidades y cumplir con el ministerio que Dios le ha dado.

Queridos hermanos, en este mundo donde el pecado fomenta la anarquía y el desconcierto general, nuestras iglesias deben mostrar en su andar diario, orden y armonía que es el fruto de estar cumpliendo la voluntad de nuestro Padre celestial.

miércoles, 6 de octubre de 2010

SANTOS - OBISPOS - DIÁCONOS por: Juan A. García

"Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos,
con los obispos y diáconos (Filipenses 1:1)

Los destinatarios de la carta de Pablo y Timoteo son calificados lisa y llanamente de SANTOS. ¿Cómo es que se les llama de semejante manera?. Hay la creencia de que "santos" son las personas que habiéndose destacado por su vida piadosa aquí en la tierra no solo se han ganado el cielo sino también el reconocimiento de la iglesia oficial y habiendo pasado a la eternidad, ahora se le debe rendir culto universalmente. Pero la carta que nos ocupa está dirigida a personas que vivían en el planeta tierra, en el continente europeo, en la ciudad de Filipos (como otras que estaban en distintas localidades Rom. 16:15 / Col. 1:2 / Ef. 1:1/ etc.)

Hace algunos años escuchamos al hermano don Luis Arancibia relatar que en cierto lugar una señora entró por vez primera al sitio donde se reunían los hermanos para escuchar la Palabra de Dios. Miró con curiosidad todo alrededor y preguntó al hermano que la saludaba dándole la bienvenida: "¡Cómo! ¿Ustedes no tienen santos?" - "Sí, tenemos, fue la contestación." - "¿Y donde están?" - "Todavía no llegaron, porque es temprano; pero pronto estarán aquí".

Cabe la pregunta: ¿A quiénes llama "santos" la Escritura?. La respuesta surge de la misma Escritura: a todos los hombres y mujeres que están "en Cristo"; los que por haberse arrepentido de sus pecados y poner su fe en el Señor Jesús para su salvación eterna quedan unidos a Él; son "santificados en Cristo Jesús" (1ª Cor. 1:2). Por su unión con Cristo ahora son "nación santa, pueblo adquirido por Dios ... vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios (1ª Pedro 2:9-10).

El vocablo "santos" apunta al hecho de que no son mas del mundo ni están bajo el maligno, pues "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo" (Col. 1:13). Los renacidos somos un pueblo diferente: "... la iglesia del Señor, la cual Él ganó por su propia sangre" (Hech. 20:28). Le pertenecemos a Él y Él marca la diferencia. Es en Él que somos santos y sin mancha delante de Dios Padre. Tan santos, tan perfectos por nuestra unión con Cristo ahora como lo seremos cuando estemos en el cielo por la eternidad; por eso mismo ya somos "aceptos en el Amado. (Ef. 1:6)

Tendiendo presente lo antedicho cabría preguntarse: ¿Cómo se explica que esos hermanos santos tengan problemas de relación entre sí como Evodia y Síntique? Si son santos, ¿Cómo es que Pablo por el Espíritu tenga necesidad de decirles "Nada hagáis por contienda o vanagloria ..." (2:3) y también en (2:14-15): "Haced todo sin murmuraciones y contiendas" y que el apóstol diga de sí mismo: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, (en 3:12)?.

La respuesta es obvia: por nuestra posición en Cristo estamos ya "completos en Él" (Col. 2:10). El Padre nos ve absolutamente santos en Él. Pero todavía estamos aquí con todas nuestras falencias. El día que recibimos a Cristo por la fe no solo fuimos salvos sino que también iniciamos el camino de nuestra santificación práctica. Esto queda evidenciado en el ya citado versículo de 1ª Cor. 1:2 "... a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos"; en Cristo ya son santos, pero tenían el llamado del Señor para que vivieran vidas santas. ¡Y vaya que había cosas que debían cambiar en los corintios! (podemos agregar ¿y en quién no?). En realidad gran parte de las epístolas fueron escritas para instar a los creyentes a vivir en santidad. Por ejemplo 1ª Pedro 1:14-16 y prácticamente todo lo que sigue en la epístola. 1ª Tesalonicenses 4:3 es categórico: "... la voluntad de Dios es vuestra santificación".

"Con los obispos y diáconos". La preposición con en el caso presente no implica a personas distintas a las llamadas "santos" sino que alude a quienes entre los santos desempeñaban funciones específicas que se mencionan a continuación.

OBISPOS (epíscopos - sobreveedor - supervisor). Son los hermanos que por llamamiento y capacitación divinas se ocupan o velan por:
1) La pureza doctrinal. No cumplirían bien su ministerio si por una mal entendida "libertad de opinión y expresión" permitieran a algunos enseñar "diferente doctrina" (1ª Tim. 1:3), que acarrean disputas mas bien que edificación de Dios que es por la fe. Si estos seudoenseñadores surgen el apóstol Pablo es contundente: "... a los cuales es preciso tapar la boca" ("poner bozal") (Tito 1:11).

2) La conducta de los miembros de la iglesia, edificando, exhortando, amonestando, y en casos de graves faltas (que la Escritura especifica), separando de la comunión.

Es también oportuno destacar por este versículo que en la Iglesia en Filipos había obispos (en plural)

DIACONOS. El término tiene una amplia aplicación en el N.T. Aquí se refiere a quienes "sirven" en la iglesia. En su sentido más vasto puede decirse que los obispos son diáconos porque también están sirviendo. La diferencia está en que los obispos se encargan esencialmente de los aspectos espirituales y los diáconos de los prácticos, como ser "el cuidado de los necesitados de la congregación, la conservación de los bienes inmuebles, velar para que todo esté en orden para el desarrollo de los cultos, manejo del dinero, etc.

Es sumamente importante ver que en 1ª Timoteo 3 los requisitos para los diáconos no difieren de los necesarios para los obispos. La razón es que en la casa de Dios, que es la Iglesia, no hay servicio alguno que pueda ser ofrecido por alguien no espiritual. Por Hechos 6 y capítulos siguientes se ve que los diáconos pueden tener también un campo de servicio que va más allá de "servir las mesas" como en los casos de Esteban y Felipe el evangelista.