sábado, 26 de febrero de 2011

RECONOCED A LOS QUE OS PRESIDEN por: Juan A. García

"Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros"
(1ª Tes. 5:12,13)

Se ha dicho que una iglesia local puede subsistir sin tener quienes sean reconocidos como "los que presiden" (los ancianos). En nuestro país hay algunos casos así por imperio de circunstancias muy puntuales. Pero también se está de acuerdo en que no es lo ideal; y no es lo ideal en primer lugar porque no se ajusta al modelo neotestamentario (Hech.11:30 / 20:17 / Fil.1:1 etc.). Por otra parte una iglesia sin un gobierno adecuado corre el peligro de que la anarquía la desintegre.

Por lo que expresa el apóstol Pablo en los vs. copiados arriba, la iglesia en Tesalónica tenía ya las personas adecuadas que ejercían correctamente su ministerio; ministerio que se desglosa en tres fases: a) trabajan, b) presiden, c) amonestan.

a) Trabajan: Este aspecto de su obra podría incluir los dos siguientes, pero de por sí implica que se ocupan de hecho en su misión, misión que es por demás delicada, a punto tal que firmemente creemos que no hay otra tarea bajo el sol que la iguale, pues tiene que ver no solo con lo temporal sino también, y muy especialmente, con lo eterno. Me trae a la memoria lo que hace muchos años me dijo un médico (lamentablemente no creyente): "No hay trabajo tan exigente y desgastante como el de ser pastor de almas". El buen empeño de esta obra requiere dedicación, tiempo, mente, corazón, iluminación, madurez espiritual y mucho, mucho discernimiento.

b) Presiden: Quiere decir que conducen, guían, van delante; marcan por su conocimiento, su vida, su fidelidad, su ejemplo, el rumbo que los demás deben seguir. "Os presiden", indica que van a la vanguardia, pero al mismo tiempo están bien relacionados, tienen buena comunicación con cada uno de los que los siguen. No hay una grande sima entre ellos y los demás miembros de la iglesia.

"Os presiden en el Señor", La expresión "en el Señor" califica su obra. No son gerentes de una especie de empresa comercial. La misión que cumplen es eminentemente espiritual y han sido capacitados para ella por el Espíritu Santo; reconocen sobre ellos el señorío de Cristo que es "El príncipe de los pastores". Por esto mismo son tan pertinentes las inspiradas palabras del apóstol Pedro: "Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey".

c) Amonestan: Dice Barcia: "... amonestamos para hacer pensar... el que amonesta da cordura... amonestamos recordando... la amonestación no atiende sino a evitar un mal... la amonestación tiene algo de reprimenda". La amonestación oportuna es preventiva y nos ayuda a librarnos de fracasos en nuestra vida. Siempre sirve para orientarnos en el buen camino. Por otra parte es muy probable que tenga la respuesta que se desea si es hecha con verdadero espíritu cristiano. Pablo sabía mucho de esto: "Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno". (Hechos 20:31)

" ...que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros". Es interesante e ilustrativo leer como dicen otras versiones: "tengan respeto" / "tengan consideración" / "tengan especial consideración" / "que estiméis" / "que os mostréis deferentes". León Morris: Reconozcáis se usa con el pleno sentido de "admitir la dignidad de", "apreciar el valor de".

Aunque los ancianos gobiernen bien (dentro de la falibilidad propia del género humano), de poco valdrá su ministerio si en la asamblea hay hermanos que no los reconocen como ancianos levantados por el Señor.

La carta está dirigida a la iglesia en Tesalónica, a los miembros que la componen, por eso los llama "hermanos". Todos y cada uno de ellos deben reconocer a sus ancianos. Y ese reconocimiento va más allá de su admisión para tal cargo en un acto específico en una ocasión inicial, sino una constante en la vida.

Es curioso que Pablo no los menciona por sus nombres: la iglesia tenía que saber bien a quienes se refería; su testimonio, su ministerio, eran sus efectivas tarjetas de identificación.

Pablo no usa de un "si" condicional; no dice "si entre vosotros hay quienes trabajan, presiden, amonestan, a estos tratadlos con deferencia y respeto". No. Afirma, como dijéramos mas arriba que hay hermanos que ya trabajan, presiden, amonestan. La iglesia no tiene que "regalarles" el reconocimiento: reconocerlos es lo que corresponde. Pero es de resaltar que Pablo va mucho mas allá de solicitar su reconocimiento como un acto de mera justicia: les dice "que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra".

"Os rogamos, hermanos". Tiene autoridad apostólica pero les escribe de la manera más suave y amable; se deduce que por ser una iglesia fiel, fervorosa, y por el amor respetuoso que tenía hacia Pablo, no necesita expresarse de manera más tajante.

La exhortación a que reconozcan a los ancianos ¿implica que en alguna manera a los menos no lo estaban haciendo? ¿Había cierto grado de resistencia hacia los ancianos o tal vez ignoraban como conducirse ante ellos?. No lo sabemos, pero sí por esta escritura podemos estar seguros de lo que Dios quiere: lo normal en una iglesia cristiana es que sus ancianos sean respetados como tales. Dice Hebreos 13:17 "Obedeced a vuestros pastores, sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso"

jueves, 17 de febrero de 2011

¿COBARDES O VALIENTES? por: Ana María H. de Giannelli

Apenas comenzado este año seguramente nos preguntamos, y quizás con temor por los acontecimientos políticos y económicos, "¿qué nos depara este año?". ¿Nos enfrentaremos a él con angustia, perturbadas, anuladas como individuos, perdiendo el valor y el instinto de la defensa? (cobardía) ó ¿lo haremos con una superior virtud del ánimo, desestimando los peligros que puedan oponerse ? (valor que se lleva en el corazón y en la conciencia).

En el libro de Josué 1:2, el Señor mismo le ordena a su siervo "...ahora, pues, levántate y pasa este Jordán,...a la tierra que Yo les doy" y en el vs. 9: "mira que te mando que te esfuerces y seas valiente, no temas ni desmayes porque Jehová tu Dios estará contigo en donde quiera que vayas".

Podemos apropiarnos de esta promesa que Dios le hizo a Josué, porque el principio sigue vigente para nosotras, recordemos las palabras del Señor en la gran comisión "... y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo, amén" (Mt. 28:19)

Si leemos lo que sucedió cuarenta años antes en el libro de Números capítulos 13 y 14, tenemos al pueblo de Israel, "EL PUEBLO DE DIOS", a las puertas de la tierra prometida, pero quisieron más información antes de entrar a poseerla ¿acaso no confiaron en que Dios les tenía preparado lo mejor como se los había prometido?( Éx 33: 1-3). Allí envía Moisés a doce príncipes, doce líderes revestidos de autoridad, los doce en igualdad de condiciones, con la misma misión y con el mismo Dios.

La gran diferencia estuvo a la vuelta de los cuarenta días de haber recorrido la tierra:

• Del grupo espía, diez (mayoría) reconocieron que verdaderamente era tierra que fluye leche y miel, pero se sintieron como langostas ante los habitantes del lugar y dijeron:-"no podemos subir". Infundieron tal terror al pueblo que éste lloró toda la noche y deseó el volver a Egipto. Tenían grandes dificultades y un bajo concepto de Dios, arruinaron sus propias vidas y la de quienes le creyeron.

• Sólo dos (Josué y Caleb), además de admirar las bondades de la tierra, dijeron :- "Podemos, Dios está con nosotros". Confiaron en Jehová, miraron la dificultad a través de los ojos del Señor. Sólo para ellos, que confiaron en Dios, los gigantes que vieron allí, eran insignificantes. Nos dice la Palabra que había en Josué y Caleb OTRO ESPÍRITU

La cobardía dice " NO PUEDO", la valentía dice " PUEDO" en Cristo que me fortalece.

El camino que transitamos hacia nuestra Tierra Prometida tiene y tendrá muchas dificultades, está en nosotras sentirnos como langostas y peor aún, contagiarlo a otros, volando sin rumbo como una hoja en medio de la tormenta, ó sentirnos seguras de la victoria junto al Señor, demostrando que verdaderamente en nosotras hay OTRO ESPÍRITU, porque pertenecemos a la nación santa, al pueblo adquirido por Dios, por eso:

 A grandes problemas, el poder de Dios es aún más grande.
 Pidamos a Dios que nos muestre su voluntad en cada decisión importante.
 No hagamos nada por las propias fuerzas, sino con el Señor

Así como Dios le encomendó a Josué:-"esfuérzate", nosotras también debemos hacerlo, basándonos en: 1 - La promesa de Dios ( vs. 5 y 6), una victoria segura.
2 - La Palabra de Dios ( vs. 7 y 8), la guía segura.
3 - La presencia de Dios (vs. 9) un poder sustentador.

La vida victoriosa es simplemente una vida rendida totalmente a Dios, en la que Cristo vive dentro y en completo control, una vida en la que el único deseo es dar gloria a Jesucristo.

Por eso hermana: levántate, ponte toda la armadura de Dios (Ef. 6:13-18) y recorre este año confiando en que el Señor tu Dios estará contigo, "porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" ( 2ª Tim. 1: 7).

jueves, 10 de febrero de 2011

“DALE, HABLEMOS… 424-8631, 438-4452, 471-9084” por :Silvana Celebroni de Ferace

Una vez descartada toda causa orgánica, las indicaciones para esta mamá, que consultaba por su pequeña hija que no hablaba, fueron que estimulara su lenguaje, hablándole, narrándole cuentos, leyéndole, etc., etc., etc., …

A la consulta siguiente, y frente a la pregunta del terapeuta, la madre aclara: “Usted me dijo que le leyera mucho, así que me senté a su lado, tomé la guía telefónica y comencé a leérsela…”

Este asombroso relato, que puede desatar algunas sonrisitas o, por el contrario, miradas de perplejidad (y que, lamentablemente, manifiesta un profundo conflicto en esta relación madre-hija), nos lleva a la reflexión de las variadas dificultades que se nos presentan en casa, con respecto a la comunicación.

El mensaje…

¿Cuál es el contenido de nuestras charlas?

• ¿Se restringe a un área exclusiva?. ¡Cuántas veces los miembros de una familia pueden hablar largas horas sobre un tema en particular (los deportes, la situación económica, por ejemplo), pero al derivar la plática hacia otro punto, se agotan las palabras!.
• ¿Sólo gira en torno a reclamos, exigencias o reproches? “Dame…”, “¿no hiciste tal cosa…?”, “quiero…”, “más vale que lo termines…”, “callate…”!!
• ¿Lo hay?. Sentados en la mesa, el único sonido existente es el de los cubiertos en contacto con los platos… silencio ensordecedor… ¿Falta de comunicación? Todo lo contrario, transmitimos demasiado: individualismo, ausencia de temas para compartir, y más.

Nehemías descubrió que, en Jerusalén, la mitad de los niños no hablaban el idioma de su país, sino el de sus respectivas madres extranjeras, mujeres de Asdod, de Amón y de Moab (Nehemías 13:24). ¿No nos estará pasando que el vocabulario mundanal y los temas triviales y despojados de profundidad espiritual son los que abundan en casa?. Deberíamos pasar más tiempo comentando la Palabra recibida en nuestros cultos (devocionales o congregacionales), edificarnos al compartir las bendiciones derramadas durante el día, recordarnos mandamientos bíblicos (Deuteronomio 6:7) y alentarnos con promesas en Cristo, en estos tiempos faltos de esperanza, con salmos, himnos y cánticos espirituales. Si la Palabra de Cristo mora en abundancia en nuestros corazones (Colosenses 3:16), será una consecuencia espontánea que nuestros labios la pronuncien (Salmos 119:172).


…plata escogida, medicina, árbol de vida… o…

• ataques verbales, críticas, sermones, enjuiciamientos, acusaciones
• bromas sarcásticas con respecto a áreas débiles de nuestros seres cercanos
• suposiciones de que deberían saberlo (o “leer nuestra mente”)
• uso excesivo de palabras generalizadoras y poco claras (“eso”, “esto”, “aquello”, etc.)
• secretos personales ocultados voluntaria y malintencionadamente, que perjudican indirectamente nuestras relaciones

Nuestro hogar que debería ser “el sitio mas dulce bajo el cielo”, el refugio en donde nuestra familia encuentre paz, contención, sostén, admiración, valoración y amor; termina siendo una hoguera encendida por nuestras palabras hirientes y dañinas (Santiago 3:5-6).

¿Qué nos dice el fascinante manual bíblico familiar al respecto?. A los esposos, “no seáis ásperos” (Colosenses 3:19); a las mujeres, “honestas, no calumniadoras” (1era. Timoteo 3:11), porque “mejor es vivir en un rincón del terrado que con mujer rencillosa y en casa espaciosa” (Proverbios 21:9); a los padres, “no provoquéis a ira a vuestros hijos” (Efesios 6:4) y a los hijos, “Al que maldice a su padre o a su madre, se le apagará su lámpara…” (Proverbios 20:20).

Si notamos actitudes o conductas en nuestros seres queridos que no son convenientes, sepamos transmitir la verdad con amor (Efesios 4:15). La excesiva franqueza (“Yo no tengo pelos en la lengua”), casi siempre, termina siendo muy perjudicial; pero, “¡Cuán eficaces son las palabras rectas!” (Job 6:25). Si disentimos en algún punto, manifestemos con cariño y prudencia las ideas contrarias y escuchemos los conceptos opuestos con apertura (Colosenses 4:6). Nunca critiquemos (tampoco adulemos), sino elogiemos. Las expresiones de apreciación y gratitud motivan poderosamente el deseo de seguir colaborando en aquello que agrada al ser amado. Sepamos pedir perdón, con humildad, cuando hemos ofendido de palabra o de hecho. Y expresemos verbalmente los sentimientos de amor hacia ellos.


Alguien me presta un audífono, por favor…

Sí, existen ocasiones, cuando nuestra actitud como oyentes deja mucho que desear:

• cuando ignoramos, rechazamos o degradamos las opiniones, consejos, creencias del otro
• cuando no cedemos nuestro tiempo de escucha, haciendo otra cosa, mirando televisión (un interlocutor más en nuestra familia) o leyendo un diario, mientras nuestro ser querido está tratando de hablarnos
• cuando pretendemos adivinar lo que nos están diciendo, sostenemos una escucha apresurada y desatenta y arribamos a interpretaciones superficiales, que nada tienen que ver con el verdadero significado que está detrás de lo que se está diciendo
• cuando analizamos la situación desde nuestra propia experiencia: “…yo me sentí igual…”, “…a mí me pasa lo mismo…” IMPOSIBLE!!
• cuando refutamos con impaciencia antes que el otro termine de hablar
• cuando estamos más preocupadas en que se nos escuche que en escuchar

Saber escuchar es una muestra de amor, de respeto. Pidámosle al Señor la sabiduría necesaria para estar atentas a las necesidades comunicativas de nuestra familia, la paciencia para escuchar en silencio (Santiago 1:19) y esa sensibilidad especial que nos permita comprender lo que nos dicen y aquello que “no nos dicen”.

Seguramente, podremos objetar que existen innumerables ocasiones, en las cuales estamos dispuestas a escuchar, pero del otro lado sólo encontramos silencios.

En primer lugar, no debemos perder de vista dos cuestiones. Por un lado, tengamos presente que algunas personas utilizan más palabras que otras; esto tiene que ver con diferencias sexuales (las mujeres hablamos el doble que los hombres) y de temperamento. Pero por el otro, tenemos que percibir que los silencios pueden tener diversas significaciones (“ella piensa que él está callado porque está enojado; cuando, simplemente, está descansando”).

Ahora, lo triste es cuando nosotras mismas somos las generadoras de esos silencios.

Henry Brandt menciona tres armas de defensa que nosotras podemos llegar a construir para proteger nuestro narcisismo. Una, es la explosión de ira… ¡imaginemos el temor a expresarse que se puede llegar a apoderar de nuestra familia si cada vez que nos hablan de tal o cual asunto, discutimos y generamos un conflicto!. Pero, también podemos usar, perversamente, las lágrimas (que, por supuesto, son muy saludables) para mantener al resguardo nuestro ego; obviamente, alguien que nos ama se abstendrá de hablar para no hacernos llorar. Y por último, el silencio… impedimos la libertad de expresión, inhibimos la manifestación de pensamientos, sentimientos y acciones, cuando somos nosotras las que nos encerramos en el caparazón del silencio.

¡Que el señor nos ayude a mantener abiertas las vías para la sana comunicación!

¡Qué comprendida se habrá sentido la mujer samaritana por Nuestro Amado Señor (Juan 4:1-42)!. En primer lugar, Él le posibilita el espacio para que puedan conversar, Él abre el canal para iniciar el diálogo. Pero no sólo eso, sino que la valora como persona y también valora su discurso. Y a pesar del cansancio y del calor, entrega su tiempo y su oído para contener a esta mujer que necesitaba ser escuchada y aconsejada dulcemente.


“Lo que haces habla tan fuerte que no me deja escuchar lo que dices.”

La actitud corporal, las posturas, los gestos, las expresiones faciales, deben ir acordes con el habla. El “decir” y el “hacer” son inseparables.

Nuestro Sabio Señor, mientras expresaba verbalmente: “Quiero; sé limpio.”, extendía su mano y tocaba al leproso (Mateo 8:1-4).

Así también, sus palabras en Marcos 9:36, habrían generado diferente efecto, de no ser por su actitud corporal acompañando positivamente lo dicho.

James Baldwin escribió: “Los hijos nunca han sido muy propensos a escuchar a las personas mayores; pero nunca han dejado de imitarlas”.

El apóstol Juan, en su primera epístola, nos recuerda “…no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” (1era. Juan 3:18).


…la casa se llenó del olor del perfume…

Procuremos durante este mes de la familia y, según el rol que nos toque asumir dentro de esta sagrada institución, comenzar a promover la buena comunicación.

Podremos relacionarnos mejor con nuestra familia si fortalecemos nuestra comunión con nuestro Padre; expresándole sin prejuicios, todo lo que hay en nuestro interior y sentándonos a sus pies para escuchar Sus Palabras (Lucas 10:39).

Si la Presencia Divina es una realidad en casa (2da. Corintios 6:16b)… el lenguaje celestial, como grato perfume, se extenderá por todos los rincones de nuestro hogar…

lunes, 7 de febrero de 2011

LA IDENTIFICACIÓN CON CRISTO por: Américo Giannelli

La iglesia primitiva está en plena expansión. Felipe, un evangelista incansable, ha llegado a Samaria predicando a Cristo. La ciudad está llena de gozo, grandes milagros se producen para confirmar la predicación del evangelio, entonces hombres y mujeres son bautizados en aquella región. Luego un funcionario de Candace, reina de los etíopes escucha una maravillosa explicación de aquel trozo de las Escrituras que lo tenía perplejo; abre su corazón a Jesucristo y es bautizado.

Casi sin dejar de asombrarnos por la lectura del libro de los Hechos, podemos observar a Saulo, el obstinado e implacable perseguidor de la iglesia. Én el camino a Damasco tiene un encuentro con Jesucristo que transforma definitivamente su vida. Ha conocido a Aquel por quien es digno de entregar su vida, inmediatamente es bautizado, y comienza un productivo y tenaz ministerio para el Señor.

La actividad es intensa, ahora lo vemos a Pedro en casa de un centurión romano. Quien junto a su familia y amigos más íntimos escuchan la predicación por boca del ahora pescador de hombres. Allí podemos contemplar un cuadro maravilloso en donde se destaca el poder y la gloria de Dios; luego todos son bautizados.

La tarea no se detiene. Los creyentes están convencidos que la predicación del evangelio no depende solo de los apóstoles, o algún otro siervo escogido. Es la tarea de toda la iglesia. La persecución, lejos de ser un contratiempo, se convierte en una enorme bendición. Primeramente a los judíos, luego a todas las personas sin distinción, todos escuchan el evangelio en Antioquía, y "gran número creyó y se convirtió al Señor". Si bien no se menciona explícitamente que los creyentes se hayan bautizado, conociendo la enseñanza apostólica de Pablo, no dudamos que sin demorar, muchos pasaron por las aguas del bautismo. Lo que sí es interesante, es que los creyentes fueron llamados cristianos por primera vez en Antioquía.

El relato que hemos resumido podemos observarlo detalladamente en Hechos cap. 8 al 11, y es la historia del comienzo de la evangelización mundial.

Nos impresiona una característica que de distintas formas se puede apreciar en cada caso mencionado. Todos los que creyeron, fueron bautizados. Todos lo que depositaron su fe salvadora en Cristo Jesús, sintieron el enorme gozo y la gran responsabilidad de identificarse con Él.

Es tal vez éste, uno de los puntos principales de la vida cristiana: La identificación con Cristo.

Para algunos, la identificación puede asemejarse con el hecho de tener una religión. En primer lugar queremos dejar en claro, que la fe cristiana, no es una religión que se pueda heredar o una costumbre que podamos adquirir, sino que el creer en Cristo es establecer una unión vital con Él.

Estar en Cristo, significa ser una nueva creación (2ª Cor. 5:17), pasar a pertenecer a la familia de Dios (Gal.3:26), recibir "toda bendición espiritual" (Ef.1:3), el crecimiento espiritual (Ef.4:15,16), la fortaleza para vivir (Fil. 4:13). Pablo a los colosenses, define el tema de esta manera: "y vosotros estáis completos en Él" (Col. 2:10), es decir todo lo que necesitamos para el desarrollo de nuestra vida lo tenemos en Él.

Se ha exhortado a los colosenses a que "de la manera que han recibido al Señor Jesucristo, anden en Él" (Col. 2:6). Podemos ver, que en la mente del apóstol Pablo el andar del cristiano no debe ser algo que se desgasta, sino por el contrario, un camino que se vive con la misma emoción e intensidad que al principio.

Tal vez hermano, al leer estas líneas tu experiencia sea distinta a la que nos llama la Escritura. Las diversas circunstancias que estás viviendo, producen un decaimiento en tu vida espiritual y el desánimo es ya una moneda corriente. Quisiéramos invitarte a que mires una vez más al Señor, y hagas tuya la convicción que Pablo tenía en su fuero íntimo: "Mi Dios suplirá todo lo que os falta, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Fil. 4:19).

Como mencionamos al principio, la identificación con el Señor fue la experiencia de nuestros hermanos al comienzo de la iglesia. Expresada claramente por medio del bautismo y en el caso de los hermanos en Antioquía, por el cambio notable que se experimentó en sus vidas.

La iglesia de hoy necesita redescubrir esta verdad. Vivimos un tiempo en el cual muchos creyentes no marcan una diferencia con el mundo que nos rodea. Tal vez por no parecer "bichos raros", estamos absorbiendo costumbres, modas, vocabulario, etc. Ahora bien, erraríamos el concepto, si nos proponemos ser diferentes, solo por el hecho de vivir distinto. Eso sería también una equivocación.

La verdad de la identificación, lo encontramos en Colosenses 3:4 "Cristo, vuestra vida". Sucede que para el creyente, el Señor Jesús debe ser el molde, al cual nos adaptamos. Recordemos que Él ha vivificado nuestro ser, y que también espera que sigamos su ejemplo en toda nuestra vida: "el que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo" (1ª Jn.2:6).

Ser como Cristo, vivir de tal manera que los que nos rodean puedan ver al Señor, llevar con dignidad el nombre de cristianos; son el desafío que nos presenta la Palabra de Dios.

Queremos terminar con este pensamiento: La identificación con Cristo, es el deseo de nuestro Señor, debe ser el convencimiento de nuestro corazón, y comprobable por el mundo que nos rodea.