miércoles, 30 de junio de 2010

LAS FRONTERAS DEL CRISTIANO - Juan A. Garcia

Evidentemente los límites dentro de los que se desenvuelve la vida cristiana tienen un margen de elasticidad. Hay diferencias entre un tipo y otro de cristianos. La Palabra de Dios nos enseña esto mismo tanto por aseveraciones directas como por hechos prácticos que son destacados.

Hay creyentes que tienen como supremo objetivo el “agradar a Dios” (complacerle, deleitarle, encantarle), mientras otros tratan de “cumplir” con lo estrictamente legal para no incurrir en actitudes que por su carácter se los haga pasibles de alguna disciplina divina.

Ese “colchón” entre uno y otro me parece que está implícito en la frase dicha por no sé quien: “Un cristiano fiel hace menos de lo que le está permitido, y más de lo que se le exige”. Algunos ejemplos bíblicos.

El que hace menos de lo que le estaría permitido:

a) “todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro”. (1ª Co.10:23-24). “... no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. (Fil. 2:4)

Un ejemplo práctico notable en la vida de nuestro Señor: En Mateo 17:25 al 27 el Señor Jesús era HIJO del Señor del templo y por ello estaba exento de abonar las dos dracmas para ese templo; pero no aprovechó su franquicia para que los “débiles”, los que no alcanzaban a discernir su verdadera identidad no se escandalizaran. Puede ocurrir que por defender nuestros legítimos derechos, destruimos a nuestros semejantes espiritualmente más inmaduros.

b) Nos enseñaba nuestro recordado hermano Sr. Pedro Selle que Caleb y Josué estaban listos para entrar ya en Canaán; pero el pueblo todavía no. Y Caleb y Josué siguieron con sus hermanos, tan duros de cerviz y así vieron postergadas por décadas sus firmes expectativas de disfrutar las bendiciones de la Tierra Prometida.

El que hace más de lo que se le exige:

a) “. . . a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos” (Mt. 5:41). Se dice que el soldado romano podía por ley exigir a un judío que le llevara su “mochila” de viaje por una milla. El Señor insta a que la lleve dos, es decir, una milla más y por su propia voluntad. Fosdik dijo: “La segunda milla es la que vale”.

b) En 2ª Sm. 23:15-17, David deseó intensamente beber agua del pozo que estaba junto a la puerta de su pueblo natal, Belén. Sus tres valientes corrieron peligro de muerte, pero le trajeron el agua. Había sido sólo un deseo expresado por David. Para aquellos valientes un deseo de su jefe era mucho más que una orden, un privilegio darle el gusto, y realizar una hazaña que la Biblia inmortalizó. Uno no sabe que admirar más, si su coraje, su fidelidad o su amor por David.

c) La viuda que ofrendó las dos blancas (Lc. 21:1-4). Creo que fue Quesnel que dijo que quién la hubiera criticado si daba una blanca (sería el 50%, no el diezmo), pero no: dio las dos, todo lo que tenía, todo su sustento (estoy seguro que la viuda no se murió de hambre).

Que con la ayuda del Espíritu de Dios, por amor fiel a El, seamos de los que hacen menos de lo que le está permitido, y más de lo que se nos exige.