lunes, 26 de julio de 2010

Nuestras Costumbres - Por Juan A. Garcia

Salvat define como costumbres “el conjunto de cualidades y usos que conjunto de cualidades y usos que forman el carácter distintivo de una nación, pueblo, etc., o persona”. Nuestras costumbres van revelando la clase de personas que somos.

A veces el vocablo “costumbre” suele usarse en sentido peyorativo, como si todo lo que se acostumbra hacer fuera de eso mismo descalificable; otras veces la “costumbre” adquiere casi la fuerza de un precepto, de obediencia obligada. Pero en realidad nada es bueno o malo por el hacho en sí de ser costumbre. Hay costumbres buenas, costumbres neutras, y malas costumbres.

Nuestro Dios tiene costumbres. Dice en Sal. 119:132: “Mírame, y ten misericordia de mí, como acostumbras con los que aman Tu Nombre”. ¡Bendito sea el Señor por ser así Su manera habitual de proceder con los que Le aman!

Incluso nuestro Señor Jesucristo ya desde sus primeros años aquí en la tierra, ajustó Su vida a sanas costumbres que tenían su base en específicas instrucciones de las Escrituras: en Lc. 2:41-42 dice: “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta”. Más tarde, y ya en pleno ministerio público, en Lc. 4:16 se relata: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer”. (La sinagoga era para los judíos similar a lo que hoy llamamos “una Iglesia local” donde el pueblo se reunía para la lectura de la Palabra, la exposición de la misma, la alabanza y la oración). Y allí asistía Él con regularidad, y como vemos en esta ocasión su actitud no fue simplemente pasiva: tomó parte activa en el culto.

Años más tarde Pablo también, aunque estuviera en tierra gentil y a pesar de ser apóstol a los gentiles, se ajustaba como judío que era aquello de “. . . a los judíos primeramente . .” concurriendo a la sinagoga como dice en Hc. 17:1-2: “…llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos, y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos...”

Por medio de su Palabra nuestro Señor desea que los Suyos, dejando nuestras costumbres o hábitos impropios nos caractericemos por aquella manera de ser que nos identifica con Él. Por ejemplo en Ef. 4:25 a 31, detalla cosas que deben dejarse y otras que deben incorporarse en la vida de cada cristiano: en vez de la mentira, la verdad; el que antes hurtaba que ahora trabaje haciendo lo bueno con sus manos aún para dar al necesitado; si usaba un vocabulario inadecuado ahora edifica con su palabra, etc.

En Heb. 10:25 se trata de cambiar una mala costumbre: “…no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.