jueves, 14 de octubre de 2010

UNA IGLESIA ORGANIZADA por: Américo Giannelli

Pablo comienza el desarrollo de esta importante carta del Nuevo Testamento, haciendo una breve, pero elocuente descripción de la Iglesia en Filipos (una ciudad principal de la provincia de Macedonia). La carta, que es dirigida a los "santos en Cristo Jesús" que están en esa ciudad, menciona específicamente desde el principio: "con los obispos y diáconos".

De lo expresado por el apóstol en esta carta, se desprende que evidentemente habían algunos problemas en el seno de la Iglesia (ver 2:1-4 / 4:2,3), por eso es interesante notar que Pablo no tiene una visión parcial de la congregación, ya que si solo miraba lo positivo de los filipenses (1:3-5 / 4:10-20), hubiese tenido una actitud indulgente que en nada ayuda; de igual manera irse al otro extremo, solo mirar lo negativo, es una manera eficaz de desalentar a los creyentes.

Luego de releer varias veces esta porción, podemos notar algunos aspectos que se perciben con claridad en las primeras líneas del capitulo uno. Observamos que la congregación en Filipos es una Iglesia organizada, en la cual no hay jerarquías, cada uno tiene su función, y esas funciones parecen estar reconocidas por los hermanos.

Muchas veces al hablar de la organización eclesiástica, se cae en el lamentable uso de títulos o jerarquías, que en vez de colaborar con el buen desarrollo de las actividades congregacionales, termina siendo un prenda de discusión y de luchas internas interminables en su seno. El arrogarse diversos títulos (pastor, anciano, obispo, reverendo, líder y tantos otros como lo podamos imaginar) es mas bien una señal de pobreza espiritual que no se condice con la función que se pretende ejercer.

No es por casualidad, que Pablo se describa a sí mismo como "siervo de Jesucristo", prescindiendo de otras denominaciones que podría utilizar con toda justicia, como por ejemplo "apóstol". Además en reiteradas oportunidades en esta carta declara la supremacía de Cristo sobre su vida: "Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia" (1:22), "Jesucristo es el Señor" (2:11), "Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo" (3:7), "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (4:13). Reflexionando acerca del tema del liderazgo cristiano, es bueno recordar las palabras del Señor a Jacobo y a Juan: "Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10:42-45). Enorme es el desafío que nos presenta el Señor: Debemos desechar el modelo de liderazgo del sistema mundo, contaminado por el deseo egoísta y mezquino, y seguir las huellas del Señor Jesucristo. Con ese ejemplo frente a nuestros ojos, dejemos de lado el amor por las jerarquías, y cumplamos el ministerio demostrando nuestro amor al Señor y a su obra.

En segundo lugar observamos que las actividades de los creyentes estaban bien definidas. En la iglesia en Filipos había Obispos (Ancianos, sobreveedores) y Diáconos. Alguien ha dicho que si no hay Ancianos y Diáconos, entonces no hay Iglesia. Mirando las Escrituras, nos damos cuenta que para que haya una Iglesia, es fundamental la presencia de creyentes en Cristo, porque ellos son la Iglesia y no las estructuras (Hechos 2:41-47). Por lo que vemos en Hechos cap. 14, Pablo después de predicar el evangelio en distintas ciudades de la región y formar el grupo de creyentes, constituyó Ancianos en cada Asamblea en una segunda visita.

Es fundamental que en cada congregación haya Ancianos (notamos que siempre se menciona en plural) que con vocación y capacidad guíen a la grey del Señor, también es importante que junto a ellos, los hermanos diáconos se ocupen en las diversas tareas administrativas que son muy valiosas para el desarrollo de las actividades.

A priori, podemos deducir que si en la Iglesia local hay Ancianos y Diáconos, es decir dos funciones bien definidas, seria un error que se superpusiesen las tareas. Por eso vale la pena recordar que la Iglesia, como cuerpo de Cristo, "no es un solo miembro sino muchos" que "Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso" y que ese orden divino es "para que no haya desavenencia (desunión) en el cuerpo" (1ª Cor.12:14,18,25). Esta es una clara ilustración de la Palabra de Dios acerca del funcionamiento de la Asamblea. De la manera que el cuerpo humano funciona en forma integral, armoniosa y perfectamente ajustada, así debe funcionar la Iglesia. Mirando desde otro punto de vista: ¿qué sería de nosotros si nuestro cuerpo funcionara como lo hacen algunas de nuestras Iglesias?

En tercer lugar, por la manera de expresarse de Pablo, las funciones en la congregación estaban reconocidas y los creyentes sabian perfectamente bien a quien se refería el apóstol cuando decía: "con los Obispos y Diáconos". El tema del reconocimiento no es un detalle menor, porque una Iglesia que no reconoce a sus pastores, es una asamblea que se dirige hacia un estado de anarquía, camina por el borde del precipicio de la disolución. Por eso el consejo apostólico en 1ª Tesalonicenses 5:12,13 es tan claro como contundente: "Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; ...". De esta porción aprendemos, que el reconocimiento es para aquellos que llamados por el Señor ya están realizando esta tarea, no son una promesa de trabajo, sino una realidad evidente.

No tenemos dudas que el Señor ha escogido a sus siervos en cada Iglesia local para que cumplan con la tarea encomendada, ahora bien en no pocos casos se dan dos circunstancias (puede haber otras variantes): Primeramente hermanos que siendo convocados por el Señor, hacen caso omiso de ese llamado, y en segundo lugar congregaciones que no reconocen debidamente a aquellos que los presiden. En cualquier caso, esta situación es un grave desorden en la presencia del Señor, sencillamente porque no se cumplen sus propósitos. Desde esta página queremos animar a los hermanos a buscar la voluntad de Dios sobre este tema, tanto para aquellos que son llamados a servir en la Iglesia, como para la congregación que debe fijarse atentamente en los siervos que Dios está levantando, para reconocerlos y sujetarse a ellos como el Señor nos encarga en su Palabra (Hebreos 13:17).

Queremos finalizar observando la persona de nuestro Dios. A través de la Biblia descubrimos distintas facetas de su carácter, por ejemplo aprendemos acerca de su amor, justicia, santidad, poder, majestad y muchos otros atributos que lo describen en forma maravillosa. Pero entre sus virtudes, podemos apreciar que Dios es un Dios de orden, de equilibrio, de armonía; esto por supuesto se manifiesta en las cosas por Él formadas, en sus mandamientos, en sus planes y propósitos y en las instituciones que ha creado como la familia. La Iglesia de Cristo obviamente debe reflejar esta virtud divina, debiendo cumplir un claro mandamiento al respecto: "todo debe hacerse de una manera apropiada y con orden" (1ª Cor. 14:40 NVI). Por eso en dependencia del Señor cada uno debe buscar su lugar, asumir sus responsabilidades y cumplir con el ministerio que Dios le ha dado.

Queridos hermanos, en este mundo donde el pecado fomenta la anarquía y el desconcierto general, nuestras iglesias deben mostrar en su andar diario, orden y armonía que es el fruto de estar cumpliendo la voluntad de nuestro Padre celestial.