viernes, 4 de marzo de 2011

EL DESARROLLO DE LOS DONES DE LA MUJER EN LA IGLESIA por: Lidia E.C. de Selle

El tema sugerido: Desarrollo de los dones de la mujer en la Iglesia", nos limita a dirigir nuestro enfoque al lugar precisado: La Iglesia.

Referente a los dones, hemos aprendido por las Sagradas Escrituras, que existen los dados por Dios, por el Señor Jesucristo y por el Espíritu Santo, entregados en determinados órdenes y para diferentes propósitos.

En cuanto a su desarrollo en la iglesia, no todas las ópticas convergen en su consideración, existiendo diversos criterios personales al respecto.

Por eso, en dependencia y temor, con Su ayuda y a la luz de Su Palabra (Romanos 12), procuraremos ocuparnos de los dones que por su gracia, concede a sus servidores para beneficio de otros, ya que sabemos que ningún don es para provecho propio.

Veamos entonces cómo desarrollarlos sobre dos vías paralelas por donde marcharán en tren de servicio hacia el destino para el que nos fueron otorgados.

¿Cuáles son esas dos vías?

Una es respetar el orden en que se nos ha ubicado por creación: "Que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia... con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión (1ª Timoteo 2:9-14) y 1ª Corintios 11 dice: " Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo (vs. 3) Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón (vs.8), y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón (vs. 9)"

La otra vía es obediencia a lo establecido para nosotras en la Palabra de Dios, porque si bien nada tenemos que no hayamos recibido (1ª Cor. 4:7), lo cierto es también que debemos utilizarlo dentro de los parámetros de Su aprobación. Dice 1ª Pedro 2:3 hablándonos a nosotras: "Vuestro atavío... sea el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible que es de grande estima delante de Dios".

Ahora bien: Dios por el Espíritu Santo ha dotado a sus criaturas con diversos dones. En consecuencia, de hecho, nos incluye. Nadie tiene todos los dones y nadie tiene ninguno. Por otra parte, Él concede dones naturales que puestos a Su servicio resultan para edificación de nuestras hermanas y, precisamente por medio de esa edificación, surge una constante glorificación del Señor.

Veamos entonces con qué se nos ha dotado. Desde que creímos en el Señor Jesucristo como nuestro Salvador, fuimos sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Efesios 1:13). Vale decir tenemos el don del Espíritu Santo cuyo fruto integrado es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe mansedumbre, templanza (Gálatas 5:22), gracias divinas que, equilibradamente ejercitadas n nuestro ser, nos convierten en protagonistas de las obras que El ha preparado de antemano para que, como hijas de Dios, anduviésemos en ellas, obras que, por supuesto requieren dones.

¿Y cuáles son esas obras para nosotras, como hijas de Dios?:

1. Trabajos manuales en el templo donde nos reunimos, ejercitando el don de ayuda como Febe, diaconisa de la Iglesia en Cencrea (Rom. 16:1)

2. Visitación y/o atención de quienes necesitan ayuda física aun espiritual

3. Enseñanza de la Palabra de Dios a los niños y a otras mujeres (Tito 2:3-6)

4. Cuidado por las necesidades materiales de nuestros hermanos misioneros y los suyos, como lo hiciera la familia de Estéfanas, dedicada al servicio de los santos, quien seguramente tenía se esposa y quizá hijas (1ª Cor.16:15)

5. Servir al Señor con nuestros bienes, siguiendo el ejemplo que nos dejaran las mujeres de los tiempos del Señor a Quien seguían y que Lucas destaca en su Evangelio (cap. 8:3). O como lo hacía Dorcas, quien abundaba en buenas obras y limosnas (Hechos 9:36)

A modo de reflexión final: seamos agradecidos por los dones con que Dios ha enriquecido nuestras vidas y desarrollémoslos con sabiduría. De igual manera, reconozcamos las posibilidades de servicio que Él en su soberanía nos brinda en su viña y, particularmente en la iglesia, y como tributo, aprovechémoslas con humildad

¿En razón de qué decimos esto? Porque en nuestro entusiasta fervor como siervas del Rey podemos, indudablemente sin intención introducir prácticas contrarias a lo establecido en su Palabra.

Que por Su infinita gracia, resultemos aprobadas por Él como siervas útiles y fieles hasta el fin.