martes, 22 de marzo de 2011

LA PEOR DEVALUACIÓN por: Américo Giannelli

Los argentinos vivimos de crisis en crisis, es difícil pensar en nuestra historia sin recordar esos momentos de desaliento y sensación de zozobra. Los acontecimientos de diciembre del 2001 precipitaron un conflicto del que aún no sabemos como hemos de salir; sus consecuencias: el aumento de la inseguridad, la violencia, la intolerancia, y la falta de respeto a la autoridad han creado un clima de pesimismo y fracaso. Por lo general siempre le echamos la culpa a los problemas ocasionados por las políticas económicas aplicadas en nuestro país, que generan las dificultades que soportamos. En medio de todo esto, la devaluación de nuestra moneda es uno de los puntos más delicados.

Sin embargo, no es la desvalorización del peso lo más tremendo que estamos soportando, pensamos en una depreciación que es aún mucho peor: La devaluación de la familia. Este es un proceso que se viene dando desde hace décadas.

Hoy vivimos un tiempo en que casarse es una opción mas, no la única; en donde la fidelidad es una rareza o algo propio de otros tiempos. Se han acuñado axiomas que los aceptamos como verdaderos solamente por el hecho de que son repetidos hasta el cansancio, pero sin que nadie pueda comprobar su eficacia. Frases como “el amor puede terminarse”, “la fidelidad es algo del pasado”, “¿por qué atarse para toda la vida?”, “probemos vivir juntos a ver que pasa”, “el amor dura lo que dura” “la separación es la única salida” etc. son algunas muestras del pensamiento contemporáneo acerca de la familia.

Los resultados de esta manera de pensar son bien conocidos por todos: sentimiento de fracaso, estados depresivos, personas viviendo en soledad, padres en conflicto con sus hijos. Lo más grave es que nos estamos acostumbrando a vivir asi. Es bueno recordar que la Biblia nos muestra un camino muy distinto. Dios a través de su Palabra ha establecido bases sólidas para el crecimiento de la familia, basado en el amor, la entrega, el respeto, y la obediencia (Efesios 5:22-33 / 6:1-4). Estos principios hoy nos permiten ver a matrimonios cristianos con varias décadas de una convivencia armoniosa, no libre de problemas, sino con la confianza puesta en Dios que los sostiene.

Los creyentes en Cristo, tenemos hoy un doble desafío. Por una parte Dios nos llama a vivir de acuerdo a los preceptos que hallamos en las Sagradas Escrituras es decir, no adaptarnos al sistema que nos rodea (Romanos 12:2). Tal vez el fracaso más grande del creyente sea ceder ante las presiones del mundo. Pero hay un segundo reto para el cristiano: ser ejemplo. Debemos presentar con el testimonio de nuestro hogar que hay una opción diferente a la que todo el mundo ve, y que es realizable solo cuando Cristo reina en el hogar. Para alcanzar esta meta es más importante nuestros hechos que nuestras palabras.

¿Es posible hallar una salida para este tiempo de crisis y fracaso que estamos viviendo?, Dios nos ayude a mostrar a nuestros familiares, amigos, vecinos, compañeros y todos aquellos que nos rodean que revalorizando la familia, es decir poniendo en práctica los preceptos bíblicos, es posible encontrar una solución para nuestros hogares.