jueves, 9 de diciembre de 2010

A LA CASA DE JEHOVÁ IREMOS Por: Juan Garcia

La frase está en el Sl.122:1: “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos”. Los salmos 120 a 134 llevan como título o explicación “Cántico gradual”,(sin que esto sea parte de la inspiración divina). En realidad no se sabe con certeza qué significa; pero algunos estudiosos creen (y nos parece muy probable) que eran cánticos que entonaban los peregrinos hebreos que cumplían con lo que dice en Ex.23:l7:”Tres veces en el año se presentará todo varón delante de Jehová el Señor”. Se iban formando caravanas desde Galilea en el Norte que se hacían a veces muy numerosas (Lc.2:41–45) mientras avanzaban hacia el Sur. En el Sl.121 se exalta la confianza en el cuidado divino por los peligros (por lo accidentado) del camino:”No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda...El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche”. En el 133 ya llegaron: “!Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”. Están juntos y en armonía. Son 12 tribus; cada una con sus particularidades; con distintos niveles sociales, económicos, culturales; ¿qué los unía?.Eran todos de una misma familia, hijos de Abraham y Sara. Pero fundamentalmente lo que los congregaba era que todos tenían un mismo DIOS, el Vivo y Verdadero, cuya Presencia estaba representada por el arca colocada en el lugar santísimo. Ellos sabían bien que en la mesa de los panes de la proposición estaban representadas las 12 tribus, y en pectoral del sumo sacerdote estaban identificados por sus nombres escritos en piedras preciosas; incluso cuando la nación se dividió en 2 reinos, allí seguían estando juntas.
Hoy “la casa de Dios” no es un edificio levantado en un punto geográfico determinado, como ya lo anticipó el Señor mismo a la mujer samaritana (Jn.4:21–24), sino el conjunto de renacidos en sí. Leemos en l Tm.3:15: “...para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”.(Otras referencias ampliatorias se registran en Ef.2:19–22 y 1 Pd.2:5, etc.) Cada creyente es una parte viva de la “casa de Dios” por el Espíritu Santo que mora en él. Cuando uno de nosotros hace referencia a “la Iglesia”,jamás debe pensar en que es algo aparte de uno mismo; y menos sentir, hablar o actuar como si a uno no le tocara.
NUESTRA ACTITUD HACIA LA IGLESIA. La Iglesia como un todo es amada, respetada; también debe ser respetada y amada la Iglesia local, que viene a ser una pequeña parte de la Iglesia universal, conservando por su adecuación a la Palabra de Dios todas las características básicas de la “Iglesia del Dios viviente”.
“Yo me alegré con los que me decían: a la casa de Dios iremos”. No le alegrarían esas mismas personas si fueran a la casa de Baal o a un acontecimiento mundano o de gratificación carnal. Son una bendición en nuestra vida los hermanos que nos estimulan con su ejemplo a ir juntos a la Presencia del Señor. Es motivo de gran gratitud el tener comunión efectiva con hermanos así. Hace poco le agradecí a un hermano. porque su amistad me resulta edificante para mi vida espiritual.
Por otra parte las palabras del salmista son un inspirador testimonio personal. Ir a la casa del Señor era un propósito, un proyecto; todavía no van, pero ante la resolución de ir él ya tiene motivo de gozo, de alegría. No hay aquí ni sombra de “la penosa obligación que el creyente tiene que cumplir”. Sí hay gozo santo que hace de la oportunidad una verdadera fiesta para el espíritu..
Desde luego la comunión enriquecedora entre los hermanos es un efecto; la causa primordial es la comunión con el mismo Señor.
NUESTRA ACTITUD AL REUNIRNOS COMO IGLESIA. QUE SOMOS. En primer lugar recordamos la exhortación de Heb. 10:25: “...no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”..A veces nos vemos privados de asistir por razones de fuerza mayor. Suele ser un problema el que al desaparecer la razón de la inasistencia a la razón la suplanta la costumbre de no concurrir.
En una Iglesia en la que estuve sirviendo al Señor en varias oportunidades me llamó la atención el versículo que tenían escrito en la parte superior detrás del púlpito: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.(Mt.18:20). En cierta manera estas palabras de nuestro Señor Jesucristo han sido y son aún lo que podríamos calificar de distintivo de los hermanos que nos reunimos sin ningún nombre denominacional, basando nuestro congregarnos en la seguridad de que EL cumple Su Promesa (no puede ser de otro modo) de estar “en medio”. EL su bendita Persona es quien nuclea a los Suyos. Oro al Señor para que por Su Espíritu ésta sea mi experiencia cada vez mas profunda, mas real, y no solo una verdad un tanto difusa.