miércoles, 22 de septiembre de 2010

PRUEBESE A SI MISMO por: Juan A. Garcia

En un párrafo que solemniza por su tono general, la frase del título está directamente referida en 1 Co. 11:23–32 a la participación en la cena del Señor. EL personalmente la había instituido en el aposento alto la noche que fue entregado; tiempo después desde el cielo le revela lo mismo al apóstol Pablo; esto da la idea de la importancia del acto.

Pablo se lo enseñó a los corintios; al escribirles esta carta no les recrimina por no hacerla sino por hacerla de manera indigna. Es indispensable y urgente que tal estado de cosas sea corregido porque ya ha traído muy graves consecuencias sobre miembros de la Iglesia. Con autoridad apostólica que recibió del Señor les ordena a cada uno de ellos “Pruébese así mismo” antes de participar.

“Pruébese”. Se prueban los metales y las cosas en general para ver si tienen las bondades que de ellas se esperan; una vez probada se aceptan o rechazan según el resultado de la prueba; en este caso el creyente es el que prueba y él mismo es el probado; es el juez y el juzgado. No valdrá de mucho que sea un juez injusto por exceso de benevolencia o de severidad. Pero el hombre por sí solo difícilmente pueda tener la ecuanimidad necesaria al auto examinarse; alguien dijo :”El hombre, ese profundo pozo de contradicciones”. Por tanto le hace falta una medida maestra como la Palabra y puede orar pidiendo la gracia de verse por la iluminación de Su Espíritu a sí mismo con “los ojos de Dios”.

Desde luego no necesita orar si ya sabe que anduvo en camino de pecadores, y si ha dado mal testimonio ante los demás doblemente malo es lo suyo;(Un árabe dijo:”Quien olvida que tiene ojos para ver sus propios defectos, los ojos de los demás se encargarán de señalárselos”)

El apóstol Pedro da un diagnóstico alarmante. Después de mencionar una serie de virtudes cristianas dice: “Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados”.. David oraba en Sl. 19:l2: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos”.

“Pruébese” ya es reflexivo; uno mismo debe examinarse, y nuestro versículo agrega un pleonasmo que le da mayor fuerza a la exhortación formulada:” a sí mismo”. En este caso no debe ocuparse de su hermano; su primera necesidad es investigar con total objetividad su propio corazón, su propia vida.(si supiera de algún hermano que anda en pecados que merece ser privado de la comunión no debe desentederse sino dirijirse a los ancianos que son los encargados de aplicar la disciplina que corresponda. Pero este no es el tema de 1 Cr.11).Lo que sí podemos agregar aquí es que el que se examina debe tener en cuenta que si ha pecado contra un hermano, con él también debe arreglar las cosas antes de participar (Mt.5:23–24). Por otra parte es muy serio por lo grave que haya hermanos enemistados entre si, guardando algún rencor y que sin embargo vayan a la cena y se sienten a participar como si no pasara nada. Pasa, cada uno de ellos lo saben y también lo sabe el Señor de la cena,:¿Cómo pueden considerarse”en comunión” si no tienen comunión entre sí y siguen arrastrando un problema no resuelto aún?. Hermanos en esas condiciones se dañan a sí mismos y afectan negativamente el nivel espiritual de la reunión. Arreglar las relaciones es indispensable e impostergable primero ante el Señor y después entre sí.

Se da por sentado la posibilidad de que cualquier hermano haya hecho, dicho o pensado algo (o mucho) que es pecado. Como dice un estudioso de la Palabra, y la experiencia lo certifica, no se espera que cada hermano tenga una vida tan santa que ya nunca peque y entonces participe, porque en ese caso nadie nunca podría hacerlo. Sí se espera que cada uno se ponga en condiciones, que sea honesto delante del Señor. No hay que olvidar que EL es el Centro, el destinatario de la reunión. Tal vez los corintios tomaron esto livianamente y el Señor había tomado medidas disciplinarias. Impresiona los dos “muchos” del versículo 30. No dice que alguno o algunos, que ya sería muy preocupante, sino “muchos enfermos y debilitados entre vosotros”, y mas aún, “muchos duermen”; habían sido sacados de este mundo por el Señor.

Pero el apóstol no desea provocar el terror paralizante que suele caracterizar a algunas culturas religiosas paganas sino el “temor del Señor” que lleva al creyente a un saludable y estimulante santo cuidado. Por eso dice en el versículo 31:”Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados”;y como ya expresara en el 28:”Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa”.El Señor ha provisto en su gracia la manera de borrar el pecado cometido:”Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn.1:9, y conviene seguir leyendo hasta 2:2)

Todo este tema me trae a la memoria una conversación entre dos hermanos mayores que hablaban delante mío cuando era un jovencito. Uno de ellos dijo al otro que a veces tomaba la cena con cierto grado de temor porque tal vez había incurrido en la misma falta que los corintios que tuvieron que ser disciplinados por el Señor. El otro hermano contestó con una exclamación: “!Pero no! Ud. se examina a usted mismo delante del Señor y confiesa lo que ve que estuvo mal; le dice “Señor, esto es lo que yo veo, perdóname. Y perdóname los que puedo haber cometido y no me di cuenta”. Y vaya y participe libre y gozosamente”.Gracias a nuestro Dios porque la sangre de Cristo limpia también los pecados de ignorancia.