martes, 25 de enero de 2011

CONVICCIONES QUE MOVILIZAN por: Américo Giannelli

Hace poco tiempo tuvimos la oportunidad de estar presentes en una reunión en la cual un hermano exponía acerca de su ministerio. El entusiasmo con que hablaba era contagioso, los argumentos expuestos, concluyentes y junto con los testimonios que brindaba, hacían que a ninguno de los presentes les quedara dudas acerca de la importancia de la actividad desarrollada. Al finalizar el encuentro, entre los comentarios de rigor que cada uno hacia, se notaba que el entusiasmo del disertante había sido lo mas notorio para muchos. Alguien dijo con razón: "El hermano transmite el entusiasmo propio de aquellos que están convencido de la importancia de lo que hacen", pensamos que la reflexión final de este hermano, encierra una gran verdad.

En algún sentido esa fue la recomendación que el apóstol Pablo hizo a su discípulo Timoteo (2ª Timoteo 3:14, 15), cuando lo exhortó a persistir en lo aprendido. En este pasaje podemos observar en primer lugar que Timoteo debía estar atento, frente a la aparición de personas que son descriptas como "malos hombres y engañadores". Evidentemente esta gente con su pensamiento y enseñanza afectaban la vida de los creyentes. La suerte de estos falsos maestros está bien determinada: "irán de mal en peor", pero su actividad es realmente peligrosa ya que nos dice la Escritura que irán "engañando" a los creyentes, trastocando la fe por medio de sutiles argumentos, pero además ellos mismos caerán en su propio engaño, es decir estarán convencidos de la mentira que enseñan.

Este último punto es realmente alarmante, estos engañadores están convencidos de sus mentiras, y si una persona convencida lleva adelante sus empresas con entusiasmo, decisión, fuerza, entonces podemos suponer que nuestro enemigo está preparando una ofensiva verdaderamente peligrosa.

¿Qué tiene que hacer Timoteo frente a esto? ¿Qué debemos hacer lo creyentes frente al embate de Satanás?. La recomendación de Pablo es bien clara: "Persiste" ("permanece firme" NVI). Claro que si la pregunta ahora es ¿cómo?, la respuesta no se hace esperar: "Persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste".

Dos son los elementos que nos ayudan a permanecer firmes: conocer bien lo que creemos y estar convencidos de esos principios.

En primer lugar focalizaremos nuestra atención en la importancia de conocer bien lo que creemos. Tal vez alguien piense que por el hecho de leer la Biblia periódicamente o por la regularidad en su asistencia a las reuniones de la Iglesia, puede darse por sentado que conoce bien la doctrina. En ese sentido convendría recordar que el conocimiento nos se da por obra de la casualidad o por una cuestión mágica, sino que es el resultado de un proceso de aprendizaje. Es decir nadie puede conocer bien y en detalle una doctrina, si primero no ha dedicado tiempo a la observación y al estudio. No hay otra manera de aprender. En nuestra época de estudiante secundario, circulaba una serie de manuales de bolsillos llamados "Resumen Lerú" (así se llamaba la editorial), estos libritos eran una condensación demasiado breve de temas escolares. No eran pocos los que creían que leyendo el resumen podían aprobar las materias, cosa que no pasaba de ser una ilusión. Muchas veces los creyentes estudiamos así la Palabra de Dios, con poca dedicación y poco esfuerzo.

Los cristianos debemos conocer bien lo que creemos, porque si no, el segundo paso que Pablo le exhorta a Timoteo nunca llegará. No podemos estar convencidos de algo que no conocemos en profundidad. Este conocer bien las doctrinas, es el resultado de una lectura consecuente y un análisis de lo que hemos leído. Esta tarea nos ayudará en el proceso de redescubrir las doctrinas bíblicas, que no es otra cosa más que permitir que el Señor nos hable a través de su Palabra.

La revelación bíblica y la enseñanza apostólica son firmes e inamovibles, pero los creyentes debemos acercarnos a las Escrituras para descubrir de nuevo esas enseñanzas. Este fue el proceso que movilizó a tantos hombres de Dios en la antigüedad. Cada vez que ellos se acercaron a las Escrituras, Dios obró maravillosamente, podemos citar brevemente algunos ejemplos: La lectura de la Ley en los tiempos de Josías (2ª Cro. 34), el análisis del profeta Daniel (Daniel 9), Esdras y Nehemías leyendo la Palabra al pueblo (Nehemías 8). Mas cerca en el tiempo, los hermanos que comenzaron el movimiento de las Asambleas, redescubrieron importantes doctrinas, despojándose de las tradiciones denominacionales que condicionaban la interpretación bíblica en esos días.

Justamente el redescubir las doctrinas, es decir leerlas, estudiarlas y apropiarlas, nos permite avanzar al segundo paso, el del convencimiento, de modo que la seguridad nos permita tener bases sólidas en nuestra vida cristiana.

Ahora bien, al principio de nuestro escrito decíamos que el convencimiento produce entusiasmo y pasión en lo que uno hace. Es decir, el sentimiento interior se traduce en acciones concretas. Eso es lo que sintieron los apóstoles Pedro y Juan frente al concilio al expresar "no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído" (Hechos 4:20). Mas tarde pedirían al Señor les conceda que con todo "denuedo" hablen la Palabra de Dios (Hechos 4:29). Podemos observar que el convencimiento los impulsaba al testimonio cristiano, es decir los movilizaba, no podían quedarse quietos o impávidos frente a la extraordinaria verdad del evangelio y la gran necesidad de las personas sin Cristo.

Pablo está exhortando a Timoteo a que persista o persevere en lo aprendido, porque ese conocimiento es el motor que lo debe impulsar en su vida cristiana. La Escritura inspirada por Dios es útil, entre otras cosas para "que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2ª Tim.3:17). No podemos separar el conocimiento del obrar, Dios no quiere simple intelectuales, sino hombres y mujeres que conozcan su Palabra y actúen en consecuencia. Frente a un mundo de "malos hombres y engañadores", los creyentes debemos prepararnos estudiando la Biblia y llegando a un convencimiento que nos dé seguridad y nos movilice en la obra de Dios.

Siempre recordamos a los hermanos que comenzaron el movimiento de las Asambleas, su alto nivel intelectual manifestado en el conocimiento de la Biblia y de otras materias, también su celo y fidelidad al Señor. Ellos fueron grandes estudiosos de las Escrituras pero no se quedaron conformes con eso, hubo algo mas, canalizaron su entusiasmo en una vigorosa obra misionera. Bien lo resume el hermano Jaime Burnett en su libro "Reunidos al Nombre del Señor" al referirse a la expansión misionera del movimiento de los hermanos: "Es digno de destacar que el motivo que inspiró a tantos a "perder" su vida y "ganarla" a la vez, no fue el de extender el movimiento sino el de alcanzar a los perdidos con el mensaje transformador del evangelio. Tampoco fue el de perpetuar las doctrinas de Dublin o de Plymouth, sino el de seguir practicando las preciosas verdades de la Palabra de Dios redescubiertas por esos hermanos".

Como ya lo hemos mencionado, la iglesia de este nuevo siglo, tiene un desafío renovado, el de acercarnos a las Escrituras, para conocerlas y aprenderlas, llegando a un convencimiento que nos movilice a efectuar la misión que el Señor nos ha encomendado.