viernes, 7 de enero de 2011

MUJERES EN SERVICIO Por: Ana María Herrera de Giannelli

El mes anterior compartíamos la hermosa enseñanza del hombre cuya mano seca fue restaurada, y cómo esa mano estuvo lista para trabajar (Lc. 6:6-11). Luego terminamos con la lectura de 1ª Co. 15:58, donde Pablo nos dice que nuestro trabajo en el Señor no es en vano.

Continuando con el tema del servicio cristiano, sabemos que generalmente el trabajo como miembros visibles en la iglesia local, está reservado para los varones. Allí viene lo que nos toca como mujeres, haciendo un trabajo silencioso, pero no menos importante, cuando el esposo, o un hijo, o un hermano, o el padre, es un miembro activo (como lo es la mano) y cum-ple un determinado ministerio en la congregación.

Ambos formamos parte del Cuerpo de Cristo, cada uno hace su trabajo (1ª Co. 12: 5), pero como mujeres cristianas vamos a apoyar la actividad de nuestro esposo, o padre o parien-te que sea, para que sea de mucho fruto para la obra del Señor.

¿Cómo podemos hacerlo?

• Orando por ese ser doblemente amado, (ya que nos unen lazos de sangre y además, te-nemos un mismo espíritu), para que cumpla bien su ministerio como agrada al Señor.

• Teniendo una conducta prudente y respetuosa de manera que no quitemos autoridad a su ministerio.

• Siendo de ayuda en todo sentido (1ª Co. 12: 25)


Dios ha puesto en nosotras una gran responsabilidad, podemos dejar marcas notables en quienes nos rodean, busquemos siempre la guía del Señor para que esas marcas que dejen nuestro servicio, sean de bendición para el hogar (Prov. 14:1) .