lunes, 25 de abril de 2011

Transmitiendo la fe a nuestros hijos. Por: Azucena G. de Foyth

Este es un hermoso tema que muchas veces ha sido el centro de nuestras conversaciones, el eje de estudios bíblicos, reuniones para matrimonios y el contenido de variados libros. Pero a pesar de esto, no hay una formula, ni estrategia a seguir, que al aplicarlas nos garanticen el éxito de esta tarea: "hacer de nuestros hijos verdaderos hombres y mujeres de fe".

Ante esta situación, tenemos un gran aliciente: "Dios ha pensado en los padres y nos ha dejado mandamientos, armas y guías, para cumplir esta difícil misión.

Desde la antigüedad, Dios le enseñaba a Israel la importancia de la transmisión de padres a hijos. Dice Deut. 6:6, 7 "y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón, y las repetirás a tus hijos, y hablaras de ellas estando en casa y andando por el camino y al acostarte y cuando te levantes". Los israelitas debían contar a sus hijos los milagros que Dios había hecho por ellos para sacarlos de la esclavitud de Egipto y cómo maravillosamente los había introducido en la tierra que les había prometido a sus padres..

Por lo tanto, la transmisión a las generaciones venideras, es más que una costumbre cultural, ES UN MANDATO DE Dios.

Nuestros hijos esperan y necesitan que les contemos que hoy Dios sigue liberando de la esclavitud, que sus vidas tienen rumbo y que esa salvación tiene nombre: Jesús.

Es importante aclarar que no podemos transmitir lo que no hemos vivido primero. Algunas veces, vemos padres que quieren ver a sus hijos en los caminos de Dios, porque les parecen bueno y aún más, sostienen que es lo mejor. Pero ellos están allí, como una visita dominical a nuestras iglesias, sin decidirse por Cristo y menos aún recibiéndole como el Señor de sus vidas.

Todos, mayores y niños, necesitamos tener un encuentro personal con Jesús, en el cual reconociendo nuestro pecado y creyendo en Él, le aceptamos como Salvador y Señor.

La salvación se recibe por un "acto de fe", es el momento que nos decidimos por Jesús. Si bien, estos son los conceptos indispensables que nuestros hijos deben saber, la salvación no se hereda. Podemos contarle nuestra propia experiencia de fe y de vida cristiana, pero apropiarse de la salvación que es en Cristo será una decisión personal e individual.

Muchas veces nos preguntamos cuándo es el momento para iniciar a nuestros hijos en esta fe. Prov. 22:6 dice: "instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará de él".

Carl K. Spackman en su libro "Transmitiendo la fe a nuestros hijos" escribe conceptos muy interesantes acerca de este versículo tales como:

Instruye: Proviene de la raíz hebrea que significa "poner en la boca", describe la acción de la madre de poner miel en el paladar del recién nacido para estimularlo a succionar del pecho materno.
En su camino: Literalmente quiere decir "de acuerdo a su camino"
Viejo: Literalmente significa "pelo en la barba", o sea un joven ya mayor.

Por lo tanto podemos ver claramente, que para Dios la instrucción se debe dar desde bebé y más aún, algunos piensan que debe ser desde el vientre materno, cuando leemos la Biblia, cantamos y alabamos a Dios.

La fe a nuestros hijos no se transmite solamente cuando hablamos de temas espirituales, la fe se respira en el ambiente familiar, en el trato diario, en la forma de encarar las dificultades y aún la manera de gozarnos en los triunfos. La imagen que tengan los niños de sus padres, será la base para formar la imagen de Dios.

Cada hijo es particular y diferente. Dios tiene preparado para cada uno de ellos un camino especial, por lo tanto no podemos tratarlos como si fueran moldes iguales, a los que se debe llenar de instrucción para que luego salgan idénticos. Por el contrario cada uno tiene una forma distinta.

La transmisión de esa fe, debe ser de una calidad tal, que cuando ellos lleguen a mayores, tengan todos los recursos y todas la base firme para resistir las asechanzas del enemigo y elegir EL CAMINO de verdadero valor. Así se lo recuerda Pablo a Timoteo donde le recalca la importancia de persistir en aquello que había aprendido en la niñez, ya que esto lo iba a hacer sabio para la salvación y enteramente preparado para toda buena obra (2ª Tim. 3:14-17).

Pero aún así, hay riesgos. Nuestras imperfecciones, nuestros errores, tal vez involuntarios, las tormentas de la vida, producen brechas en la vida de nuestros amados hijos, por donde Satanás puede introducirse para matar y destruir. Frente a esto resuenan en mi mente y corazón las palabras de Judas 25 " ... y Aquel que es poderoso para guardaros sin caída y persentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría ..." ¡Alabado sea nuestro querido Dios por que tiene el control y todo el poder es suyo! "Él puede guardarlos".

Algo más podemos hacer por nuestros hijos, su alcance es inigualable, 1ª Sam. 12:23 dice: "Así que, lejos sea de mí que peque yo contra Jehová, cesando de rogar por vosotros...".

La tarea del sacerdocio e intercesión no tiene fin, ponerlos en las manos de Dios cada día es nuestro gran privilegio. ¿Existirá un mejor lugar que la presencia de Dios para encomendarlos y dejarlos allí bajo su cuidado?.

El salmista refiriéndose a la Ley, los proverbios y las maravillas de Dios dice: "no las encubriremos a sus hijos contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová y su potencia y las maravillas que hizo" Salmo 78:4.

Este es el desafío. El tiempo es AHORA